Las elecciones británicas han acaparado el interés de la semana. El populismo antieuropeo de Boris Johnson ha aplastado al socialismo populista de Jeremy Corbyn. Los conservadores han obtenido 365 escaños (49 más) mientras que los laboristas han caído a 202 (60 menos). Los conservadores superan en 80 diputados la mayoría absoluta, su mayor éxito desde 1987 con Margaret Thatcher mientras que los laboristas obtienen su peor resultado desde nada menos que 1935. Además, Boris Johnson ha ganado en distritos electorales que eran firmes bastiones del Labour.

¿Es extrapolable esta victoria del populismo nacionalista? En España también Vox quedó por delante de Podemos, pero por menos margen. Además, Vox está contra el autogobierno catalán, pero no quiere que España salga de la UE. Y en la izquierda no impera el radicalismo a lo Corbyn, sino el PSOE que es europeísta.

El Brexit, que Johnson ahora materializará, no significará sin embargo el fin de los graves problemas británicos. Negociar la futura relación entre la Gran Bretaña y la UE será todo menos fácil. Y lo principal es que la misma pervivencia de la Gran Bretaña ha quedado más cuestionada. En Inglaterra el nacionalismo antieuropeo es dominante, pero en Escocia el nacionalismo escocés del SNP, antibritánico y europeísta, tiene ahora un mayor peso. Ha sacado 48 escaños de los 59 que elige Escocia (antes tenía 35) y la primera ministra Nicola Sturgeon se siente mas legitimada para un nuevo referéndum (el segundo tras el del 2014) para pedir al mismo tiempo la independencia de Gran Bretaña y la permanencia en la UE. Y esta vez Bruselas estará más lejos de Londres que entonces. ¿El Brexit que dejará a Gran Bretaña fuera de la UE puede acarrear también la independencia de una Escocia que quiera ser miembro de la UE?

Mariano Rajoy diría que Johnson tiene un gran lío. ¿Qué pasaría aquí si en unas nuevas elecciones en Catalunya ganara el independentismo en una proporción similar a la escocesa y en España una coalición muy contraria al autogobierno catalán?

No es el caso porque el independentismo nunca ha logrado la mitad de los escaños en unas elecciones españolas mientras que en Escocia ha obtenido las cuatro quintas partes (el 81%).

Y unas terceras elecciones, que no se pueden descartar, no parecen hoy lo más probable. España no es todavía Israel donde, tras votar en abril y setiembre, se han tenido que volver a convocar elecciones para marzo. Un profesor de la Hebrew University afirma: "lo que pasa en Israel va contra las reglas de la ciencia política e incluso las reglas de la naturaleza, acababan de ser elegidos (los diputados) y han decidido suicidarse".

España no está todavía ahí y hoy la opción sobre la mesa -contra la que truena la derecha- es que el pacto PSOE-UP tenga para la investidura el apoyo explícito del PVN y la abstención de ERC. ¿Puede esta opción materializarse? Puede, porque es quizás (salvo cambio súbito del PP o Cs) la única forma de evitar unas nuevas elecciones que, con Vox en el horizonte, no convienen ni al PSOE ni a Podemos ni a ERC.

Pero ERC ni quiere ni puede afrontar la investidura de inmediato porque tiene congreso el próximo fin de semana y porque está a la espera de lo que pueda decir el jueves el tribunal europeo sobre la inmunidad de Junqueras como eurodiputado. Pero pasada Navidad y el tradicional San Esteve catalán, las cosas pueden cambiar. El gran obstáculo -lo ha remachado Junqueras en La razón - es que ERC votará en contra si no se pacta una negociación gobierno a gobierno al margen de la reglada Comisión Mixta Estado-Generalitat.

No es fácil, pero es indicativo que Carlos Solchaga -que no es Miquel Iceta sino un puntal de la derecha del PSOE- lo haya admitido en un coloquio en Barcelona con Andreu Mas-Colell, el antiguo "conseller estrella" de Artur Mas.

Además, Solchaga en el coloquio del Cercle d´Economia defendió encontrar "espacios de consensos lo mas amplios posibles en los que no se censure a ningún participante". Y Mas-Colell no se quedó corto. Afirmó que el primer paso era investir a Pedro Sánchez para que hubiera gobierno y poder abrir una negociación que con paciencia pudiera superar la total falta de confianza, el gran obstáculo para afrontar la crisis catalana.

Solchaga y Mas-Colell no tienen mando de tropa, pero tampoco son inexpertos columnistas sino referentes de posiciones sólidas -españolista uno, independentista el otro- que creen que la investidura de Pedro Sánchez es el obligado punto de partida. ¿Tienen razón?