La vida es una noria en la que existen diferentes niveles de mortalidad. Y es que al margen de una defunción accidental o natural, también se puede morir de aburrimiento, de amor, de soledad... Algo de razón llevaba Rocío Jurado (confieso que de copla yo tengo los mismos conocimientos que Donald Trump de inteligencia emocional) cuando dijo "se nos rompió el amor de tanto usarlo".

Los canarios seguimos atados a los primeros puestos de divorcios en este país -también lo estamos en otras estadísticas que tienen que ver con el consumo, el empleo o la sanidad-, sobre todo, después del verano... Nos cuesta sobrevivir a la época más calurosa del año sin calenturas y eso se nota en los juzgados, primero, y más tarde en las estadísticas como las que se conocieron ayer.

Los datos indican, trimestre a trimestre, que somos líderes en romper la promesa de hasta que la muerte nos separe, pero no hay mal que por bien no venga. Si me dan a elegir, yo me colocó en el bando de los divorcios a tutiplén. Cualquier otro ejercicio por mantener vivo un fuego extinto en ocasiones acaba con unas trágicas consecuencias. Las derrotas duelen, pero hay que saber aceptarlas.