Aquí en Tenerife, como en Gran Canaria, vivimos en una realidad inferior, mucho más pobre y aburrida. Lo más exótico que se ha vivido por estos lares es (fue) el pretendido desembarco de Casimiro Curbelo a la sombra del Teide, con su Agrupación Socialista de Tenerife, que en las elecciones locales del pasado mayo consiguió apenas 1.600 votos, pero quizás impidió al socialista Pedro Martín ganar las elecciones por la mínima a Carlos Alonso, y no al contrario, como ocurrió. Pero si algún politólogo quiere disfrutar con la más ardiente pesadilla debe trasladarse a Lanzarote. Durante muchos años -con la irresistible ascensión de Dimas Martín, su breve pero exitoso imperio frente al PIL y su implosión final con terribles derivadas judiciales- Lanzarote produjo una continua atención política en todo el Archipiélago. Pero la monstruosidad, tan fascinante, termina agotando. Los episodios finales de CC en el poder, su desalojo del mismo y el complejo pacto político que llevó a la Presidencia a Ángel Víctor Torres han dejado a Lanzarote relativamente aislada informativamente. Como un caso deontológico perdido.

Por ejemplo, escuchando a Dolores Corujo en los pasillos del Parlamento de Canarias -la señora Corujo también es diputada- pareciera que gobierna el Cabildo de Lanzarote desde una cómoda y progresista mayoría absoluta. En realidad sacó apenas 100 votos más que Pedro San Ginés y gobierna gracias al apoyo del Partido Popular; en el ayuntamiento de Arrecife la conservadora Astrid Pérez es alcaldesa gracias al respaldo del PSOE. Desde su escaño Corujo solía echar pestes del PP con una inquina solo inferior a la que dispensaba a Coalición Canaria. Ahora mismo clama -como cualquier cargo socialista bien nacido- para que Pedro Sánchez sea investido presidente cuanto antes y España no caiga catastróficamente en manos de una alianza entre PP y Vox. Sin embargo, gobierna encantada con la derecha conejera y sostiene a la alcaldesa Pérez -antigua archienemiga- incluso por encima de destituciones fulminantes de sus compañeros en el gobierno municipal. Claro que la señora Corujo siempre ha practicado un progresismo muy sui generis. Dicho grosso modo, si ella progresa, Lanzarote progresa: tan intensamente está identificada con su amada isla.

Insignificancias. Más increíble es que todavía sea posible en Lanzarote que se organicen nuevos partidos sin que los ciudadanos quemen en la hoguera a sus promotores: al contrario, los pueden votar y a veces, de verdad, los votan. Ocurre con San Borondón - tuvieron las gónadas de bautizar así al chiringuito- que en la pasada primavera llegó a un acuerdo preelectoral con Coalición Canaria en el Cabildo Insular y en Arrecife y Tías. Los coalicioneros fueron generosos y un borondonista, Juan Manuel Sosa, ha sido portavoz de los nacionalistas en el Cabildo. Pero la oposición es muy dura y dicen que Corujo madrugó un día para desayunar con Sosa y otros compañeros y los convenció de que Coalición era el pasado y ella -perdón, el PSOE- el futuro. La secretaria general de CC de Lanzarote, Migdalia Machín, politóloga ella misma, ya se lo esperaba. En Lanzarote hay que esperarse cualquier cosa y no tener escrúpulos en comer y alimentar indistintamente a sapos y alimañas. Corujo ya desembarcó en San Borondón, y si no se portan bien, incluso si se portan inmejorablemente, se los llevará. Buh.