Fue de los músicos sin partituras que afamaron a nuestro barrio en el pasado y uno de los personajes que dieron cuerpo y salsa al espíritu latente de La Canela, que pervive en el recuerdo y en el lenguaje de quienes lo sentimos, después de la familia, como un espacio y un vínculo afectivos, por encima de ideas e ideologías y de las radicales distancias futboleras. Aprendió con el sabio y excéntrico Andrés Cruz y enseñó, como él, con tanta paciencia como genio vivo, en el aula libre de la barbería de Panchín, donde los chicos aguardábamos turno con la guitarra, re-la-sol, y la ilusión de trocar los rudimentos en las serenatas sabatinas a las chicas en flor. Maestro en los ejercicios y excelencias de pulso y púa, militó en numerosas agrupaciones, folclóricas y líricas, para los mayos típicos y los carnavales tímidos y encubiertos bajo la capa de Fiestas de Invierno, y guardó, con compañeros portuarios, las esencias de los primeros sones cubanos que llegaron a La Palma para quedarse.

La Calle del Medio - el tramo ancho de San Sebastián - fue en el tiempo de la infancia una entrañable alcahueta de las intimidades domésticas, de la comida diaria y del humor de los vecinos, y una carrera sonora de coplas y boleros bien cantados y, en esas memorables circunstancias, Ramón fue un protagonista de mérito. Fundé con él una memorable rondalla navideña que, por razones de amistad, reunió los mejores instrumentistas y cantantes de la ciudad; sirvió a La Encarnación, recién nombrada parroquia y estrenó, entre otros, con mis letras, el Villancico de los Enanos. Allí estuvieron, entre colegas presentes, una amplia lista en el afecto y el recuerdo - Pacovi, Panchín, Serrano, Tomás Pintito, José Manuel, Curbelo, Luis Pancho y siguen - que le recibirán de buen grado a dónde ha ido. Me recordaba en nuestros encuentros aquellas pascuas de la sorpresa y, desde ahora, echo en falta su misma pregunta y su presencia entrañable. ¿Cuándo hacemos algo, Luis? Cualquier día, buen amigo. Nuestra ciudad, tan entrañable como ingrata, te debe mucho por mantener "lo que no se ve y se necesita", como decía el estóico y genial orfebre Maximiano el Brujo, porque te ganaste el derecho de la memoria entre tanta y tan distinta gente y debes estar seguro de que nunca desaprovecharemos tu talento y bondad de fondo; lo saben tu mujer, Rosario Salazar y tus hijos y, por supuesto, La Canela en peso y alma.