"El problema es que estamos negociando lo que no se puede. Si Esquerra Republicana de Cataluña termina permitiendo un gobierno de Pedro Sánchez será porque habrá obtenido algo a cambio. Y cualquier cosa que sirva a Esquerra para justificar su apoyo será necesariamente buena para los independentistas, mala para España. La gran paradoja de todo esto es que un éxito de las negociaciones será un fracaso del Estado". Esta reflexión, de un viejo socialista preocupado, es impecable, porque tiene sentido común.

Lo que estamos viendo en las conversaciones entre el PSOE y los independentistas catalanes es precisamente eso: la percepción de que si se consigue un acuerdo va a ser peor que lo contrario. Porque lo que Esquerra está poniendo sobre la mesa es la destrucción del actual modelo de Estado. No darán un paso atrás en su exigencia de la convocatoria de un referéndum de autodeterminación, ni en conseguir una república soberana, ni en la excarcelación de lo que consideran "presos políticos". ¿Qué se puede negociar cuando lo que se plantea por la otra parte es innegociable? Pues eso.

Se sostiene la ficción de que el soberanismo catalán aceptará mayores competencias en el Estatuto de Autonomía o incluso un pacto fiscal que garantice la soberanía económica de la comunidad, como en el caso del País Vasco. Pero no es así. Primero porque ya lo han dicho los de Esquerra: la cuestión ya no es económica, sino política. Hemos pasado del "España nos roba" al no queremos España. Y eso es irreversible. Tanto como que el movimiento soberanista ya no está en las manos de los que lo propulsaron en las calles. Todos los líderes catalanes están subidos a un tigre al que tienen agarrado por las orejas: si se sueltan, los primeros que serán devorados son ellos. No tienen marcha atrás ni margen de negociación que no sea satisfacer las ambiciones románticas de una parte beligerante de la sociedad, que ha creído de pies juntillas en la ensoñación de la independencia.

Siendo que todo esto es evidente, cabría preguntarse qué es lo que sostiene unas negociaciones imposibles. ¿Qué es lo que Adriana Lastra está manejando como objetivo para ofrecerle a Esquerra a cambio de su abstención o su voto favorable? No pueden ser cuotas de poder en el nuevo gobierno, que a Esquerra no le interesan. Y no pueden ser transferencias a las cuentas de Cataluña, que ya se hacen y no sirven para calmar las aguas revueltas. No puede ser nada que no sirva a los intereses del fugado Puigdemont, a los de los belicosos Comités de Defensa de la República o a los de las Candidaturas de Unidad Popular. Es decir, tiene que ser algo que convenza de alguna manera a ese tutti frutti que es ahora mismo el independentismo catalán. Algo que es difícil de pensar y bastante más difícil de explicar.

Está fuera de toda duda que el PSOE no va a poner en peligro el modelo de Estado. Y, por eso mismo, las negociaciones van de cabeza hacia un naufragio.