El desempleo en Canarias se ha incrementado de nuevo en noviembre. En los últimos diez meses se han registrado unos 20.000 parados más. No es la primera vez, como sin duda puede recordar el más desmemoriado, que el desempleo se comporta así. Pero lo cierto es que ese 10% de paro de 2007 -hace doce años ya- se antoja un objetivo inalcanzable, pura mitología laboral. En un país más o menos normal - en una economía europea digamos - un 10% de población activa desempleada es motivo de escándalo y horror. El pasado octubre los italianos consiguieron disminuir su tasa hasta el 9,7% y el país dio un suspiro de alivio. Francia está en un 8,4%. El Reino Unido en un 3,8% y Alemania en un 3,1%. En España supera el 14%. Nosotros seguimos escalando, un 21,2%, y a peor va la mejoría.

El Gobierno presidido por Ángel Víctor Torres pregona con una insistencia un tanto exasperante su compromiso con una amplia agenda social. Es muy evidente que han existido déficits en algunos ámbitos sociales y asistenciales en los últimos años. Pero la principal raíz de la rampante desigualdad de renta que padece Canarias -con la pobreza y la exclusión social como corolarios inmediatos- es una estrafalaria e insoportable tasa de desempleo que llegó a sobrepasar el 33% de la población activa y que se mantiene por encima del 20% desde hace más de un lustro. El desempleo, la baja productividad y la dimensión liliputiense de las empresas canarias son las principales claves para entender la pobreza, la concentración de rentas y la debilidad del consumo. Si no desciende el desempleo a un porcentaje razonable -pongamos un 7-8%- la demanda de las políticas sociales crecerá y los recursos para implementarlas serán cada vez más insuficientes. Con unos niveles de productividad menores que Grecia no se puede optar por las políticas sociales de Suecia -que llevan en revisión ya más de veinte años, por cierto-. No se puede, como es obvio, porque no es sostenible financieramente. El envejecimiento de la población canaria es un factor preocupante: en la próxima década comenzará a jubilarse la generación del baby boom. Ahora mismo el grupo de edad más numeroso es el de los isleños de entre 45 y 49 años. Ya no somos una sociedad joven. El cambio tecnológico y la emergencia climática van a incidir -ha comenzado a hacerlo - en la transformación estructural de lo económico, lo social y lo laboral durante los próximos años. El futuro jamás volverá a ser lo que era. Y en estos peñascos se va a notar. Mucho.

La respuesta del poder político es conservadora, resistencial y pacata. Lo era, sin duda, en gobiernos anteriores, pero en este gabinete, el primer gobierno de izquierdas - es un decir - desde los años ochenta en Canarias, resulta mucho más llamativo. Es un Gobierno con una agenda social bien definida pero con una política económica básicamente continuísta y que lo sigue fiando todo a los fondos de la UE, al turismo y a las partidas que llegarán de Madrid. Son perras que, por supuesto, nos merecemos plenamente, porque Canarias, cuando pide, es que pide de verdad y no por frivolidad. Y no por frivolidad.