Nadie habla ya de las democracias populares, que es como los comunistas bautizaron a sus regímenes totalitarios. Hasta el mismo momento de la caída del Muro de Berlín, mucha gente de izquierdas calificaba al ominoso régimen comunista de socialismo real: el horizonte para parte del imaginario izquierdista.

Desde Marx, el "socialismo científico" era absolutamente incompatible con la democracia, inexcusable la dictadura del proletariado; los bolcheviques adoptando el centralismo democrático como forma de organización del partido ahogaron toda posibilidad democrática y discrepante. La socialdemocracia existió gracias básicamente a los fabianos ingleses y teóricos alemanes.

Parecía que la democracia liberal se había hecho fuerte, pero ocurre que ya no hay nada fuerte y sólido sino líquido, movedizo y furioso como las olas en Hawai. Si antes su impugnación provenía de las democracias populares, ahora lo es de las democracias participativas y plebiscitarias. En esas están.

Otro elemento que hermana a UP y al PSOE de Sánchez es la premisa del primero y la deriva del segundo hacía la democracia participativa y plebiscitaria. En el caso del populismo chavista y sus círculos ¡participativos! no admite dudas. Es más, en Venezuela estuvo galleando la cúpula de lo que después fue Podemos. A tipos como el conmilitón golpista Hugo Chávez y el sindicalista Maduro había que ilustrarlos primero, y después pulirlos lo que se pudiera. La democracia participativa es de hecho una democracia plebiscitaria, en la que el ungido/gran líder busca la confirmación de sus actos incluso particulares: mansiones o delirio de poder personal. Todo es igual de lícito ante la voluntad del Supremo (Roa Bastos).

El doctor Sánchez perpetró su golpe de 2015 en el PSOE con urna secreta y eslóganes estultos y cerriles apoyado en la militancia, en realidad en los arremolinados en torno a Ferraz. Desmontó el sistema representativo interno, estructura de federaciones, comités, de manera que entre Sánchez y las bases no hubiera instancias intermedias autónomas o baronías, sino el silencio de los corderos, como resulta espectacular. "El Supremo" buscaría su confirmación en las bases soberanas ante estructuras funcionales de partido, como gran líder solo ante el peligro -como Iglesias- del PSOE representativo. Al PSOE le quedan oficialmente 170.000 militantes, de los cuales se han rendido al caudillo unos 100.000 votantes (alianzas gubernamentales), el número imagino de cargos, asesores, familiares, amigos, premiados, que suplantan a millones de sus votantes.

En esto consiste exactamente la democracia participativa: que solo decidan los adeptos, los círculos, militantes, agraciados. Iglesias y Sánchez, como Maduro, lo saben bien.