El vicepresidente del Gobierno de Canarias, Román Rodríguez, y el jefe del grupo parlamentario de su leal oposición, José Miguel Barragán, acudieron ayer juntos y de la mano, a reunirse con la portavoz del PSOE en el Congreso, Adriana Lasta, para conocer la situación de las negociaciones que el PSOE mantiene con ERC. En realidad, Barragán y Rodríguez no fueron a Madrid para posicionarse sobre si apoyarán o no la investidura, entre otras cosas porque es muy probable que Coalición y Nueva Canarias no mantengan exactamente la misma posición. Fueron básicamente a escuchar de boca de doña Adriana lo que los medios de Madrid llevan contando desde hace días, a saber: 1.- que ERC sigue sin definir cuál será su postura, aunque en el PSOE esperan que al final se inclinen por abstenerse en la investidura, facilitando así que pueda salir. Y 2.- Que Sánchez no será sometido a la investidura en ningún caso, antes de tener garantizada una mayoría para que resulte sea viable, y los Presupuestos también.

En esta ocasión, el PSOE va escarmentado: Sánchez se niega -y con razón- a ser votado como presidente sin tener cerrada una mayoría para aprobar los Presupuestos. Eso sería contento para hoy y sufrimiento para mañana. Sin la garantía de que habrá cuentas nuevas, Sánchez se expondría a una nueva derrota parlamentaria y a la necesidad de convocar elecciones, porque no se puede gobernar después de que te tumben los Presupuestos. El PSOE prefiere retrasar la investidura hasta que las cuentas estén claras y puede dilatar esa decisión mientras lo estimen conveniente. El tiempo de descuento para celebrar nuevas elecciones -de las que un PSOE que el 10-N tuvo 750.000 votos menos que el 28-A, huye como gato escaldado huye del agua fría- sólo comienza después de que se produzca la primera investidura. Si no se produce, Sánchez podría seguir en funciones, administrando el país por decreto, todo el tiempo que le diera la gana.

¿Tanto? Bueno, al menos hasta que al PP se le hincharan las narices y decidieran sacrificar a Casado o a otro candidato de menor cuantía en una operación de investidura destinada obviamente al fracaso, pero que obligaría a poner en marcha el reloj de las nuevas elecciones. La verdad es que no sé si de eso habrán hablado en el despacho de doña Adriana, pero es de lo único interesante que podían hablar. Porque la única novedad que hay sobre la posición de ERC es que aún andan discutiendo que les conviene más: si apoyar con su abstención a Pedro Sánchez y arriesgarse a ser achicharrados por JuntxCat y la CUP en Cataluña, o no hacerlo y que se convoquen nuevas elecciones y correr el riesgo de que las gane una derecha decidida a resolver lo de Cataluña a garrotazos. Las voces de Esquerra dispuestas a asumir el riesgo de abstenerse suenan más que las otras, aunque a lo peor es sólo porque las otras están más calladas, no porque haya más.

En cuanto a las condiciones para apoyar la investidura por parte de Canarias, hoy no tocaba. En las reuniones oficiales y/u oficiosas con los partidos regionalistas, Lastra se ha limitado a dar información, no a plantear negociaciones, porque el PSOE no quiere destapar la caja de las exigencias. Pero que no quiera negociar aún, ni eso sea lo que convenga a Coalición o Nueva Canarias, no quiere decir que la señora Lastra no tenga curiosidad por el papelito con las condiciones de Canarias. La tiene. Y yo también. Supongo que habrá pedido la minuta, y que se la estarán preparando. Es muy probable que ella tarde en enterarme menos que nosotros.