Vivimos en una sociedad a la que le cuesta cero coma entregarse a la novelería; influenciados por un capitalismo que penaliza a los que no se apuntan a las modas y olvida a los que subsisten en las cloacas del primer mundo. No es necesario que les abrevie la relevancia que le otorga un etíope al Black Friday. Dejando a un lado la demagogia que envuelve a los asuntos de esta naturaleza cotidiana, no creo que tenga que abandonar el área metropolitana de Tenerife para encontrarme con personas a las que el Viernes Negro les importa un pimiento. Sí. Esos adornos económicos no entran en los hogares (en el caso de que exista un techo y cuatro paredes ) más humildes, pero sería estúpido no admitir que el Plenilunio, Halloween, la Noche en Blanco o el Black Friday son unos indicadores que ayudan a dinamizar las cuentas. Y es que si llevamos tantos años esperando a que florezcan los dichosos brotes verdes, no es bueno dejar de agarrar una lechuga antes de que los números vuelvan a ponerse en tonos rojos. Los expertos ya ven la recesión a la vuelta de la esquina, pero mientras esta no asome las heroicidades, que no los excesos descontrolados, están permitidos. Resumiendo, cuando el Black Friday toca a tu puerta las colas son kilométricas. Eso sí, a veces hay más curiosos que consumidores.