Tenerife cambió su vida. Le bastaron cuatro semanas para entender y comprobar que el efecto sanador de la isla trasciende más allá de las viejas leyendas de las Hespérides. Veinte días para depurarse en la calma sanadora del gran Hotel Taoro; apenas 480 horas para confirmar que el idilio con Puerto de la Cruz fue algo más que un simple paseo. Fue en febrero de 1927 cuando Manuel "el jardinero" le dio la primera rosa de la mañana, antes del agradable y bucólico desayuno en los jardines de un hotel reservado para la élite de principio del siglo XX. Aquí, se dio cuenta que no valía la pena sufrir por un piloto que no la quería, probablemente el punto de inflexión para tomar la decisión de convertirse en escritora profesional y acabar la obra "El tren azul", que empezó en Inglaterra y concluiría en una lujosa habitación del antiguo y señero hotel portuense. Se sentaba a disfrutar del mar desde el acantilado de La Paz, oteando la playa de Martiánez sin percatarse de que sería, con total probabilidad, la más ilustre visitante de una ciudad que enseñó a Europa lo que significaba el turismo. Chapoteaba en el charco de La Coronela, y cuando el mar batía con fuerza, se tumbaba en la arena para reconfortarse con el manto del agua que rompía en la orilla. Era una gran nadadora, tanto, que tras probar el oleaje ranillero, tomó un barco hasta Gran Canaria para nadar en Las Canteras. Con la inspiración de sus paseos por el Puerto de la Cruz de principios del siglo XX, elaboró su novela "El misterio de Mister Quin", una obra que acogía una pequeña historia con personajes ficticios que transitaban entre el Hotel Taoro y la Casa Cólogan. Clarissa Miller se dio cuenta en Tenerife que debía escribir profesionalmente, dejar atrás el amor no correspondido de su exmarido y oxigenarse en una isla que marcó su destino: "Tenerife fue un punto de inflexión en mi vida", así lo escribió en su autobiografía Agatha Christie, quien disfrutó en poco más de dos semanas de un enclave turístico que todavía la recuerda, rememorando sus largos paseos por La Paz. Y en parte, debemos al Centro de Iniciativas Turísticas de Puerto de la Cruz que su huella se haya conservado en un homenaje bienal a través del festival internacional que lleva su nombre. Como no es lo mismo contarlo que vivirlo, les recomiendo participar en las rutas comentadas que cada cierto tiempo se realizan por los lugares que frecuentaba la ilustre escritora, magistralmente guiada por el filólogo y apasionado de la historia portuense Ramón Michán. Manuel "el jardinero" la obsequiaba con la flor más virtuosa de los jardines del sempiterno hotel Taoro. "Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único".