Este mundo, tal como lo veo, pretende ser abundancia en todo y al final se queda en nada. Pocas personas renuncian a ordenar su vida con los sentidos, como prueba: el testimonio diario de la existencia y las absurdas preocupaciones de los vivientes... Creo que estamos poseídos por la imbecilidad; la misma que la mayoría de las veces no distingue nada. Y claro, ya saben, los extravíos (muchas veces) son el recelo de los miopes. Cada día se escuchan con más fuerza las voces de la desolación y junto a la puta locura aparecen los absurdos impulsos de las personas que viven en las tinieblas.

Qué espectáculo más absurdo (al menos a mí me lo parece) ver a tanta gente rendida ante el famoso Black Friday. Millones de personas en el mundo, por lo visto, condimentan su vida comprando. En los tiempos que corren, casi ninguna acción está flanqueada por el cerebro, adherirse al consumismo es fácil, pero lo peor es que quien se adhiere ya no tiene escapatoria. Por otro lado, lo entiendo... A día de hoy, con el exhibicionismo de las redes sociales, los que no comparten lo que tienen son sospecha de pobreza que pone a las lenguas ajenas a hablar. Todo aquello que es síntesis de colectividad modifica nuestra esencia. Claro, junto al recelo de la emulación surge el simplicismo cuantitativo. Siento aversión, por no decir asco, hacia todo aquello que pretende volvernos mecánicos. Y la tendencia unida al consumismo lo está consiguiendo... ¿Lo dudan?

¿Qué quieren que les diga? ¡Paso del Black Friday! Junto a lo material vive la razón desgastada de lo que reporta utilidad, pero nada más. Del ser nace lo humano, del tener ( lo digo con ironía) nacen las contraseñas de muchas cuentas de Facebook e Instagram.