Nuria Martí, del colectivo Arran, fue muy explícita al negar en TV3 los derechos individuales y el límite de la ley. Los únicos derechos que contaban eran los colectivos, y su propia razón. Rita Maestre (otra veterana en sarpullidos adolescentes), ante el juicio por ofensas a una mujer policía de la diputada de Madrid Isa Serra, de UP, la ha apoyado en Twitter por su defensa de los derechos colectivos. Vemos una relación inversamente proporcional entre derechos colectivos e individuales, correlación similar al de totalitarismo/libertad.

El salto mortal de la infancia a la adolescencia, con la percepción de enormes movimientos telúricos bajo nuestros pies, lo es en gran parte por la confrontación con nuestro nuevo inquilino, un verdadero intruso: la propia individualidad emergente y, para colmo, sexuada. De esa invasión te defiendes con la socialización, los camaradas, los grupos que conforman una identidad colectiva, con la que -algunos- eludir, postergar o renunciar definitivamente a la individual, incluso a la madurez. En la universidad (sea la Complutense o de Barcelona) se llega a la plétora, al estado de gracia y beneficio del grupo, pero ya armados de ideologías de combate. Allí acampan el magma de insatisfechos agudos de una vida insuficiente, esto es: ¡capitalismo o España! Les rebasa.

Los derechos individuales tienen una legitimidad verificable. Son de todos, de cada uno, lo que no ocurre con los derechos colectivos, pero no solo porque afecten a un grupo, sino por su modo y sujeto del ejercicio. Los derechos colectivos, fuera de su previsión legal y ejercicio institucional, son promovidos por grupos parapolíticos que deciden representarlos. Un acto de voluntad, nada más. Los movimientos sociales, los activistas de esto y aquello, siempre resultan ridículos e irrisorios en comparación al colectivo del que se han erigido portavoces. No conciben la ficción de su representación y falta de base democrática y real. Como tampoco son conscientes de su hiperbólica desfachatez suplantadora. Las ideas de pluralismo y diversidad les son enteramente ajenas. El socialismo/sanchismo y el chavismo patrio no pueden representar a todos y a todas, porque no es posible ni cierto, ni racional ni democráticos ni plural. Lo hacen porque es todo su hatillo político. Porque no podrían hablar de nada que no se condensara en guarismos menores (la política cierta). Sin embargo, subidos al monte Sinaí anuncian redenciones definitivas mientras anatemizan y persiguen a quienes osen resistirse, sonrían o se burlen de sus urgencias obsesivas. Emancipadores tramposos y vanidosos. Un cóctel de fantasías de omnipotencia y devociones totalitarias.