Leemos el título y en esas ocho palabras presuponemos y leemos entre líneas. Nuestras conjeturas al respecto, de base, serán negativas, "parar motores" y "bajarse de algo" suelen significar desidia, falta de ganas, falta de fuerzas, dejar de intentar algo por lo que luchábamos, pero? no.

Pocas, muy pocas veces, somos capaces de darnos cuenta del ritmo vertiginoso al que está sometida nuestra vida. Son pocas y además pasan de una forma fugaz por nuestra cabeza. Sí, lo sabemos, es evidente. La vida ha cambiado, en parte, gracias o por culpa de las nuevas tecnologías. Todo va tan rápido que nos hemos adaptado a ello. Vivimos a un ritmo cada vez más exigente en el que no nos permitimos parar. Parar es sinónimo de fracaso, de desgana, de metas incumplidas. Pero ¿nos hemos parado a pensar en lo que esto significa y en cómo afecta a nuestras vidas y a nuestro paso por "la vida"?

Vivimos bajo la presión del "siempre queremos más", de que "todo" nunca fue suficiente, de que si te paras llegará otra persona que te quite el puesto. Da igual en el ámbito de nuestras vidas en el que nos encontremos, es aplicable a nuestro entorno laboral, al social e incluso al de pareja. Hay algo escrito en nuestro subconsciente con tinta invisible: si paras desapareces, o por lo menos te haces invisible, como la tinta que lo sentencia así.

¡Pues no!

Parar, bajarse de algo o, simplemente, frenar no son sinónimos ni de fracaso ni de derrota. Probablemente, en muchos casos, sean acciones sinónimas de sabiduría. ¿Cuántos casos conocemos de personas a las que el estrés les ha jugado una mala pasada? En el mejor de los casos, simples sustos que les obligan a parar por prescripción médica. Pero? ¿si todos los conocemos por qué no frenamos de forma preventiva?

Es cierto que leer sobre ello, incluso escribir, es mucho más fácil que ponerlo en práctica. A muchas personas lo primero que se les vendrá a la cabeza es su sueldo. ¿Cómo voy a frenar? Si freno pierdo cuentas y gano menos, si freno me echan, si freno será menor la cantidad que me ingresen a final de mes. Y, probablemente, a simple vista sea esa la reacción de todos, pero no se trata de trabajar menos horas o de descuidar nuestro trabajo. No se trata, ni siquiera, de una reflexión anclada a nuestro entorno laboral. No.

Podemos trabajar el mismo número de horas que marca nuestro contrato, hacerlo de la forma más óptima y sin que el estrés de lograrlo nos "dé un toque". ¿Cómo? Bajándonos. Parando motores en esos aspectos de nuestras vidas en los que vamos sin frenos para dar cabida a otros aspectos igual o más necesarios. ¿Cuándo fue la última vez que leíste un buen libro? Vale, algo quizá más banal: ¿cuándo fue la última vez que revisaste las fotos de la galería de tu móvil?

Se supone que son fotos que guardamos para recordar momentos, pero lo cierto es que nunca sacamos tiempo para, acompañados por un café calentito, revisar esas instantáneas cuya finalidad era guardar recuerdos, esas que te harán sonreír, agradecer, llorar?

Son momentos que te debes, momentos que necesitas, momentos que te harán ser más fuerte y que despejarán tu mente. ¿Sabías que hay países en los que las personas acuden a clínicas para que las seden y así poder descansar y desconectar? Pero ¿en qué nos estamos convirtiendo?

Para los motores y bájate, bájate para poder salir a caminar o correr por las tardes, bájate para poder llegar a casa antes de que ellos se duerman, bájate para contribuir a una relación de pareja sana? ¡Bájate por ellos, por él, por ella! ¡Bájate por ti!

Se supone que la máxima de cualquier ser humano es la de lograr la felicidad, pero parece que no sabemos cómo alimentarla de momentos felices. La teoría la tenemos clara, pero no así la práctica. A mí, el cuento que les dejo a continuación me ha ayudado en muchas ocasiones, espero que a ustedes también:

"Un hombre rico (?) se encuentra con un modesto pescador. El pescador trabajaba en sus redes y en su pequeña barca, y tenía un cubo lleno de un montón de peces recién pescados. El rico empresario le preguntó:

-(?) ¿Cuánto tiempo dedica a la pesca?

El pescador respondió:

-Pues mire usted, yo la verdad es que nunca me levanto antes de las 8:30. Desayuno con mis hijos y mi mujer, acompaño a mi familia al cole y al trabajo, luego voy tranquilamente leyendo el periódico hasta el puerto, donde cojo mi barca para ir a pescar. Estoy una hora u hora y media, como mucho, y vuelvo con los peces que necesito, ni más ni menos. Luego, voy a preparar la comida a casa, y paso la tarde tranquilo, hasta que vienen mis hijos y mi mujer y disfrutamos haciendo juntos los deberes, paseando, jugando. Algunas tardes las paso con mis amigos tocando la guitarra.

-¿Entonces me dice que en solo una hora ha pescado todos estos peces? ¿Ha pensado en dedicar más horas al día a la pesca?

-¿Para qué?

-Porque si invierte más tiempo en pescar, 8 horas, por ejemplo, usted tendría 8 veces más capturas, y ¡así más dinero!

-¿Para qué?

-Con más dinero podría reinvertir (?).

-¿Para qué?

-¡Su beneficio neto sería envidiable! Su cash flow sería el propicio para tener una pequeña flota (?) que le haría a usted muy rico.

-¿Para qué?

-¿Pero no lo entiende? Con este pequeño imperio (?) tendría todo el tiempo del mundo para hacer lo que le venga en gana. No tendría que madrugar, podría desayunar con su familia, acompañar a los niños al cole, jugar con ellos por la tarde, tocar la guitarra con sus amigos?".

*Psicóloga y terapeuta

http://www.clinicaszentro.es