El estómago no tiene cristales, me comentaba hace unos días un buen señor del pueblo donde vivo. Algunos políticos no tienen ni cristal ni estómago; es lo que hay. Cuando pregunté el significado de tal expresión, que jamas había escuchado, me dijeron: "Cuando hay hambre se come lo que haya, y eso solo lo sabe quien ha pasado hambre". Ya mi padre me dijo que en La Gomera, hace 50 años, se pescaba para comer. ¿Lo imaginan?

Mientras el otro día tomaba mi Coca-Cola acompañada de unas papas fritas, me venía a la mente el miedo que tenemos los seres humanos por quedarnos sin comer, por acostarnos con los estomago vacío. Y así, tras analizar pros y contras y ver lo tonto que he sido en el pasado, decidí pedir algo de comer. Mira que hay gente pasando hambre en el mundo, pensé. Y uno tiene la suerte de poder comer. Y de elegir incluso.

Me metí un pepito de ternera (rico como pocos). Lo que al final queda es llegar a casa y tener el estómago tranquilo, cuidar a tu familia, mirar a los ojos. Ser feliz, con una felicidad buscada y de verdad feliz. Sabemos, cuando hablamos de esa felicidad, que hace que sean coherentes los sentimientos con un cuerpo efectivo. Sé que cuando lo lean me entenderán. Seguro que lo han pensado más de una noche antes de acostarse. Pero la vida es así, ¿no?. ¿Buscamos algo de felicidad?