Bien mirado, la dovela central del arco que algunos llaman régimen de 1978 ha sido durante décadas el nacionalismo catalán, o sea, Convergencia i Unió, o sea, Jordi Pujol. Por un lado, hacía de centro político en el tablero español, completando mayorías de gobierno, por otro sostenía el equilibrio de Catalunya en el Estado en un marco autonómico. A cambio, engordaba el poder catalán. Cuando Catalunya quiere todo el poder (soberanismo), el modelo se viene abajo: el centro desaparece, el sucedáneo (Cs) no cumple el papel de equilibrio territorial (sino todo lo contrario) y aparece una extrema derecha nacionalista, como reacción al secesionismo. Mirando alto, hace falta en España un nuevo pacto que a su vez defina un nuevo equilibrio, y es absurdo que se pueda alcanzar sin Catalunya. Ahora falta saber si los partidos y sus líderes tienen la altura precisa para mirar alto.