Era lógico, ya que estamos en noviembre. Pedro Sánchez, que tiene hechuras de don Juan, ha echado mano del Tenorio. "Llamé al cielo y no me oyó. Y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra responda el cielo y no yo". Las palabras de la obra de Zorrilla -vaya apellido más de Vox- bailaban ayer en el adusto gesto del líder socialista que tanto gusta de sí mismo. Llamó al pueblo español para sacar a España del desbloqueo, pero el voto soberano le cerró las puertas de las urnas. Pues casi que váyanse todos a freír puñetas, ¿no?

El PSOE y Unidas Podemos anunciaron con bombo y platillo mediático un pacto de gobierno entre dos fuerzas políticas que hasta ahora se habían llevado a matar. Sus dos principales mascarones, y dos piedras, salieron para anunciarlo con un fuerte abrazo pasando de puntillas, como evanescentes bailarines del Lago de los Cisnes, sobre las palabras gruesas que se dedicaron hace unas pocas semanas. Era el tiempo en que este pacto era imposible porque solo lo quería una de las partes.

Pedro Sánchez nos decía hace bien poco, muy gráficamente, que perdería el sueño con Pablo Iglesias sentado en su Consejo de Ministros. De ahí, al abrazo de ayer. Un abrazo contundente, entre el de Vergara y el del Oso Yogui, ante las cámaras de televisión, que son la notaría política de guardia. De La vida es sueño de Calderón a Los intereses creados de Benavente. En esta apartada orilla más clara la luna brilla y solo alumbra un camino; el insomnio importa un comino. Ya tomará valeriana.

Resulta relevante comprender que a Pedro Sánchez no le queda otro camino, si quiere gobernar. Pablo Casado decía ayer que este acuerdo podría haberlo hecho, en mejores condiciones, antes de convocar las nuevas elecciones, que nos han costado una pasta. Pero es que lo que marca la diferencia entre antes y ahora son las urnas. Sánchez buscaba una salida que no le han dado. El pacto de gobierno progresista, siendo el resultado de la voluntad, es también la consecuencia del destino. No era el sueño, sino la pesadilla.

Tener dos bloques tan nítidamente enfrentados, a la izquierda y la derecha, asegura que el extremismo va a tener el mayor protagonismo del PIB de España de los próximos años. Un gobierno progresista que nace para enfrentarse al auge de una extrema derecha fascista. Una derecha en la oposición que denuncia un gobierno con los neocomunistas y los independentistas. Y esto solo acaba de empezar.

Lo importante no es la investidura. Eso solo es el primer paso. Lo realmente difícil para Pedro Sánchez será negociar las mayorías necesarias para gobernar un país socialmente fragmentado, con una profunda crisis territorial y con las cuentas públicas al borde del abismo. El tigre catalán está fuera de control y la vieja tentación de la izquierda verdadera es intervenir en la economía legislando en contra de la libertad. Si sale de vivo de esta ya tendrá un máster de verdad.