La rapidez del preacuerdo facturado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias está motivado, precisamente, por sus (entre malos y mediocres) resultados electorales. Se necesitaban mutuamente y debían exponer su compromiso de acuerdo cuanto antes con el objetivo de negociar los apoyos más amplios posibles para la investidura en diciembre. El líder del PSOE solo tenía esa opción, descartada la gran coalición con el Partido Popular, que rechaza no por razones exclusivamente programáticas o ideológicas: todos los partidos socialdemócratas que se han metido en grandes coaliciones con fuerzas conservadoras han sido apaleados por su electorado y han terminado arruinados. La repetición de las elecciones sería una catástrofe para el PSOE y Unidas Podemos. Así que se frangolla en pocas horas un documento de dos folios, sin ningún compromiso programático o presupuestario concreto, se firma y se discursea dos minutos ante las cámaras de televisión, sin especificar siquiera si Iglesias será vicepresidente o no, y se huye a escape sin conceder a la prensa que pueda hacer una sola pregunta. Y es que no hay nada más: esos dos folios pelados. Sin sumar más de 165 diputados para la investidura y lograr el apoyo de ERC o de Ciudadanos la legislatura quedará abortada. Y eso es lo que piensa ahora mismo ERC: si se le da al Gobierno español susto o muerte. ¿Exploramos en serio las delicadas oportunidades de diálogo y compromiso sobre las demandas de los independentistas catalanes con el Gobierno de izquierdas o llevamos el Tsunami Democrático a las Cortes? Junqueras reflexiona junto al crucifijo en su celda.

Si finalmente Sánchez preside un Gobierno vicepresidido por Iglesias los gobiernos autonómicos con participación socialista y de Podemos encontrarían un correlato simbólico muy gratificante, pero tal vez problemático a medio plazo, cuando las demandas financieras particularistas no puedan atenderse por igual. Aquí, en Canarias, ya se han comenzado a lanzar cohetes con entusiasmo, como si los acuerdos fueran la última frontera desde la que evitar el hundimiento democrático y volver a una versión mejorada del capitalismo anterior a 2008. Reformista el venidero Ejecutivo -si sale adelante- lo podrá ser muy poco en medio de la desaceleración económica, las exigencias de Bruselas y las limitaciones fiscales. Pero tendrán que llegar juntos hasta el final: ni unos ni otros podrán traicionarse sin perder los ministerios.

Este preacuerdo desgasta un poco más la monserga que circula en muchos predios de Coalición Canaria, según la cual el Gobierno autonómico está a punto de saltar por los aires para ser sustituido por otro presidido por Román Rodríguez con el apoyo de CC, el PP y los casimiristas. Esta patraña ha sido creada, simplemente, para aquietar cualquier conato disidente en CC hasta la celebración del Congreso coalicionero el próximo enero o febrero. Incluso han circulado hilarantes listas de consejeros y directores generales y promesas de futuros prebostes y ceñudas listas negras. Una sandez vergonzosa solo persigue marear la perdiz de cargos y excargos públicos, cuadros y militantes y eludir así un debate sobre el brutal fracaso político que tuvo su origen en los comicios de mayo y la vertiginosa caída electoral del pasado domingo. Una fantasía estúpida y deleznable para jugar con ambiciones y miedos y conseguir que Fernando Clavijo sea ungido secretario general por sus santas mochilas.