Los extintores se revisan todos los años. Aunque no se usen. Aunque no haya habido peligro de incendio alguno. Toca revisarlos y toca revisarlos. El problema surge si ocurre algún siniestro y resulta que encuentran que estas herramientas no estaban revisadas correctamente. Entonces llegarán las aseguradoras a decirnos que hemos tenido una negligente actuación y, quién sabe lo que pueda ocurrir... Pero, sin entrar en más detalles, los extintores se tienen que revisar, y punto.

No hace mucho tiempo me dijeron que en España, a diferencia de otros países de nuestro entorno, no tenemos cultura del "mantenimiento ordinario". Se hacen obras y en el imaginario colectivo está que son definitivas, casi eternas. Por no tener, hasta nos cuesta tener revisiones médicas ordinarias. Y nosotros y nuestras casas y edificios necesitamos, como los extintores, revisiones periódicas. Y lo necesitamos en todas las dimensiones de nuestra vida.

Pertenezco a la generación de la revisión de vida; del examen de conciencia, del retiro mensual y de la tanda de Ejercicios anuales. Y es tan necesaria como útil para que la vida no se nos oscurezca en los truncuneos de cada día y solo sobrevolemos el día a día. Es, por otro lado, lo que suele pretender la sesión sobre el estado de la Nación o, en nuestro caso, de la Autonomía. Revisar cómo vamos, cómo hacemos lo que estamos haciendo y si nuestro proyecto se cumple en los plazos previstos y establecidos. Objetivos y medios; revisión de medios para lograr los objetivos.

¿Qué se debe revisar? Ya sabemos que se deben revisar los extintores. Pero, ¿algo más? La lista es tan larga como amplia es la vida misma. Desde la educación de los hijos hasta las relaciones mutuas de sus padres. Desde el aire de las ruedas de nuestro coche hasta el proyecto de vida personal. Desde el filtro del aire acondicionado hasta el uso que hacemos de nuestro dinero. Todo cae dentro de la imprescindible dinámica de la revisión. Re-Visión, mirar dos veces para percibir bien la realidad. Y revisar cómo vamos como personas y como sociedad, y en nuestra condición personal, cada una de sus dimensiones: desde la física hasta la espiritual, pasando por la cultural, la psicológica, la relacional, etc.

Lo peor que le puede pasar a una persona o institución es precipitarse por la ladera de la superficialidad e ir viviendo cada día como el anterior sin discernir hacia dónde andamos y cómo lo hacemos. Tan ocupados que no tenemos ocasión ni tiempo para vivir mejor. Y, no nos cabe duda alguna, los incendios existenciales también existen. Y debemos tener revisados los extintores.

*Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

@juanpedrorivero