Tengo un buen y joven amigo que, con tanta pasión por la historia como por las matemáticas, recuerda las efemérides por días como distracción de su profesión de médico y de aprovechado residente que me aconseja dietas y hábitos saludables, y también, todo hay que decirlo, me calma en las aprehensiones que, como segunda camisa, llevamos encima los apresurados.

Por su curiosa afición me entero de que transcurrieron 14.394 días desde que, tras cuarenta años de dictadura, votamos las Cortes Constituyentes el 15 de junio de 1977 y de que las de mañana hacen el número quince de las elecciones generales convocadas en cuarenta y dos años. Hay que señalar, eso sí, que casi un tercio, cuatro consultas, se efectuaron en el último cuatrienio y dos de ellas en este 2019, donde la falta de capacidad, o voluntad, de diálogo de las fuerzas políticas quedó en evidencia.

Abril y noviembre están marcados en rojo por el rechazo de los presupuestos generales del Estado; por las dos convocatorias electorales de las que nadie se culpa cuando, en distinto grado, todos son responsables; por la radicalización de las posturas partidarias, por la ausencia de negociaciones y el clima insano que las imposibilitaba; y, por si faltara poco, por la concurrencia de dos episodios de largo recorrido: la finalmente consumada exhumación de los restos de Franco y la deriva empecinada del independentismo catalán, donde se suman los que engañan y los que aceptan las mentiras, los pacíficos y los violentos.

Se planteó una consulta moderada en el gasto y en el tiempo y, de entrada, la campaña se redujo a una semana que concluye en este sábado de reflexión, pero que tuvo unos prólogos largos y costosos de todas las fuerzas y en toda España; y una limitación en la publicidad exterior y los envíos de correos que, de algún modo, tampoco se cumplieron a rajatabla.

En los números y en esos miles de días de libertad, palpamos una evidencia edificante y es que, con todo y pese a todo, el común de los ciudadanos de todas las sensibilidades políticas cree y defiende la democracia y aún no ha caído en la abulia y el desencanto que caracteriza a muchos vecinos y socios europeos. Que no lo olviden los partidos que, en unas horas, se disputan el poder.