Hay gente empeñada en susurrar que los resultados de las elecciones de mañana podrían desestabilizar a corto o medio plazo al Gobierno de Canarias. La hipótesis sostiene que una supuesta victoria de la(s) derecha(s) afectaría negativamente al futuro del Ejecutivo regional y podría facilitar la configuración de una nueva mayoría parlamentaria en unas semanas o unos meses. Es una de las mayores necedades que se han escuchado en los últimos años en las Islas, pero el que no se consuela es que no es de Coalición Canaria. En cambio el riesgo de la continuidad del bloqueo político y la semiparálisis gubernamental y/o legislativa es muy elevado.

Un primatólogo, Frans De Waaal, afirma que los chimpancés "tienen jerarquías que se basan en coaliciones". El chimpancé dominante "no es el individuo más fuerte, sino el que logra más apoyo a base de dar algo a cambio a sus partidarios". Que los monos sean capaces invariablemente de alcanzar acuerdos sobre negociaciones y coaliciones, y Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias no, dice mucho más de los segundos que de los primeros. Existe una explicación básica para entender el bloqueo, que se suele presentar como una desgracia resultado del fin del bipartidismo o de la egolatría de los líderes, pero lo cierto es que Cataluña -el conflicto político catalán- tiene mucho más peso en la actual coyuntura española.

Y no solo porque la Cataluña procesista propulsó hacia la política nacional a Ciudadanos -su debilidad organizativa y estratégica en el resto de España ha quedado evidenciada en los últimos meses- y ha servido de combustible a una fuerza ultraderechista cuyo vertiginoso ascenso, en otro contexto, seria inimaginable. Es que como afirma el profesor Juan Rodríguez Teruel, la gobernabilidad de España depende sustancialmente de "la mayoría interna catalana". "No se puede gobernar una España democrática sin Cataluña", ha explicado Rodríguez Teruel, y eso implica tanto el papel en las Cortes de las fuerzas soberanistas -González, Aznar o Rodríguez Zapatero pudieron gobernar o legislar gracias al apoyo del pujolismo- como el desarrollo exitoso de una agenda política de reformas o contrarreformas que le urgen al Estado español. En ese sentido -aunque también en otros- la crisis política catalana cronifica la inestabilidad política española y el bloqueo institucional, y esa inestabilidad y el pernicioso bloqueo, a su vez, impiden una posición común e inteligente sobre Cataluña entre socialdemócratas, conservadores y liberales. Soy incapaz de entender que, se opine como se opine sobre los independentistas catalanes -yo opino bastante mal- sea tan difícil de entender para tantos que lo que ocurre en Cataluña es también -para Rodríguez Teruel fundamentalmente- una crisis española.

Mientras no se encuentre una fórmula para primero volver a conllevar -como decía Ortega y Gasset- la problemática situación de Cataluña y, después, resolverla a través de una reforma constitucional, no volverá definitivamente la estabilidad política a España. Cataluña tiene un sitio relevante en la agenda de reformas -educación, sanidad, dependencia, transición ecológica, fiscalidad, I+D+i- que las élites políticas españolas entierran cada día un poco más entre eslóganes, sonrisas y paparruchadas.