Caminaba con paso firme a la vez que desprendía el característico perfume de la España de los años 50. Zapatos de charol y cabellera perfectamente moldeada con patrico. Olor a tabaco y café. Bruno me contaba cómo los censores del franquismo entraban en su librería para hacer inventario de las obras que acababan de llegar. Paseaba entre cientos de cajas y sacos amontonados en un local que hoy en día es una franquicia de restauración. Caminaba a paso muy lento, abriendo las cajas sin ganas, pero con el miedo de encontrar alguna obra considerada subversiva que pudiera conllevar una multa millonaria, el cierre del local y la cárcel. Él lo sabía, pero la cultura y la libertad podían más que la realidad política de la época. Bruno me explicaba que eran bastante simplones, comisarios políticos a sueldo del régimen a los que se les engañaba muy fácil, incluso con un billete de 500 pesetas. "Eran tan puros y castos que se dejaban sobornar, les metía un billetito y se iban, dándole libertad a El Capital, Las Obras Escogidas de Marx y Engels o La Casa de Bernarda Alba; no se habían leído un libro en su vida", recordaba. En los años de la sombra existía una clara y manifiesta represión y censura editorial que tuvo como víctimas principales a poetas, novelistas, dramaturgos o cineastas, pero también a pequeñas editoriales y negocios de las letras que gestionaban sus empresas bajo la clandestinidad. Pasada ya la época del sereno y los censores de traje y zapatos lustrados, la era de Internet nos abrió un nuevo progreso, sin embargo, también nos asola con nuevas y modernas formas de censura. Por ejemplo, el control absoluto que merma la libertad de información en algunos países como Rusia, que acaba de aprobar una ley que permite a las autoridades desconectar a los usuarios de Internet de la red global. Roskomnadzor vigilará el tráfico de datos en busca de amenazas al acceso a Internet en el país, y tal y como explica Reporteros Sin Fronteras (RSF), una de las consecuencias más relevantes es que centraliza el control de todo el tráfico. En el futuro no serán los proveedores de Internet los responsables de esta tarea, sino que la harán los servicios de inteligencia y las autoridades supervisoras de los medios. En este sentido, el Gobierno ruso espera poder bloquear el contenido prohibido. "Con estos amplios y ambiguos poderes, la interferencia gubernamental que permite la ley supone una violación de los estándares en materia de libertad de expresión y protección de la privacidad que se contemplan en las obligaciones europeas e internacionales de Rusia", denuncian. Amenaza la libertad de expresión y la libertad de los medios de comunicación, la del anonimato online, al tiempo que crea nuevas posibilidades de vigilancia en Internet. Rusia ocupa el puesto 149 de los 180 países que conforman la actual Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa elaborada anualmente por RSF. A la falta de la privacidad que Internet proporciona a los individuos se suma el control desproporcionado de algunos gobiernos totalitarios en el mundo que temen la libre circulación de la información.