El artículo que di a conocer en este periódico el pasado día 25 de octubre y que versaba sobre el drago que hipotéticamente existía en Garachico a comienzos del siglo XVII ha dado lugar a no sé cuántos comentarios. Me llamaron diversas personas y a nadie debe extrañar que hubiera opiniones discordantes. He de decir, de todos modos, que abundaron las favorables sobre las que disentían de mi punto de vista, por esto o por lo otro. Pero yo quiero ocuparme ahora de una persona que no compartía conmigo un pequeño detalle. (Pequeño según mi opinión, aunque para él fuera algo de singularísima importancia). Porque no es lo mismo escribir Icod con i latina que escribir la misma palabra con y griega.

Mi disidente es un excelente amigo personal, nacido en la ciudad del Drago y de nombre Álvaro Fajardo.

-Pero, ¿por qué te empeñas en escribir siempre Icod en lugar de escribir Ycod, que es lo correcto? -me preguntaba mi amigo por teléfono.

Recuerdo que en la etapa de la Alcaldía de don Julio Arencibia, aparecía en carteles y programas, en libros y en periódicos la palabra Icod como yo la he escrito siempre. Y como la voy a seguir escribiendo. Pero Álvaro no da su brazo a torcer y me recalca que en todos los legajos antiguos que ha consultado aparece la palabra Ycod y nunca la voz Icod. Debo reconocer que en ningún tiempo he consultado tales legajos; (bastante tengo con leer los que hacen referencia a mi pueblo, que es Garachico, y cuya historia merece ser mejor conocida que hasta ahora. Fue una gran historia -positiva o negativa, según los casos- pero sumamente interesante). ¿No lo crees tú así, amigo Álvaro?

Pero, además, tengo en mi poder varios libros que brotaron de la mano y la mente de varios escritores icodenses. Tal es el caso, por ejemplo, de los que escribió Domingo Martínez de la Peña, en mi opinión el personaje más culto de cuantos ha dado Icod en el siglo XX y en lo que va del XXI. (He dicho, en mi opinión; no sé lo que opinarán ustedes). Por lo menos en cuanto se trata de Historia debe ser considerado como tal porque don Domingo ha sido catedrático de Historia de nuestra Universidad, investigador incansable y autor de muchos, muchísimos libros, de los que poseo seis o siete. Y en todos ellos, absolutamente en todos, aparece el nombre de la ciudad del Drago con i latina al principio y no con y griega.

De tales libros tengo en mi poder los siguientes: El escultor Alonso de la Raya, El escultor Martín de Andujar y Cantos, ambos de 1961, El colegio de los agustinos de Garachico (1987), El convento del Espíritu Santo de Icod (1997) y el titulado largamente con estas palabras: La iglesia de San Marcos Evangelista de Icod y Vida del Siervo de Dios, Fray Juan de Jesús (2001). Creo que tengo algún otro, pero en los cinco que he citado ahora aparece una y mil veces la palabra Icod en lugar de la que se escribe con y griega al principio. Pero aún hay más. El actual cronista oficial de Icod, José Fernando Díaz Medina, en sus numerosos libros publicados y de los que guardo seis o siete, emplea siempre la problemática palabra del mismo modo que la ha escrito el señor Martínez de la Peña. Y el anterior cronista oficial, el inolvidable don Emeterio Gutiérrez López, padre del también inolvidable poeta Emeterio Gutiérrez Albelo, en su libro Historia de la Ciudad de Icod de los Vinos, dada a conocer en 1941 por el Instituto de Estudios Canarios, al citar el nombre de su ciudad natal, emplea igual procedimiento.

Quiero pensar que el bueno de Álvaro Fajardo da más categoría a las publicaciones que se incluyen en el libro titulado Revista de Ciencias y Humanidades, en la que tanto su ya fallecido director, Juan Gómez Luis-Ravelo (con quien me unió siempre una cordial amistad), como otros colaboradores (quiero referirme, de un modo especial a Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas y a mi exalumno Estanislao González) se decantaron siempre por la y griega inicial. Álvaro es muy dueño de inclinarse por una palabra u otra. Pero debe hacerlo con menos ímpetu, porque este ímpetu lo lleva a situaciones un tanto conflictivas. Y no me parece que la cosa sea tan trascendente.

¿No lo crees así, amigo? Te emplazo para que nos veamos un día de estos y podamos seguir con la matraquilla que te has inventado.