Hablar del futuro de la princesa de Asturias, Leonor de Borbón, primera en el orden sucesorio al trono español y, por consiguiente, futura reina de España en el caso de que cuando llegue su oportunidad tenga trono, corona y reino que heredar (y que Dios guarde a su augusto padre muchos años porque al parecer es de las pocas cabezas "con corona o no", con una cierta cordura y sentido común de esta España nuestra), es hablar del futuro del reino de España y, por consiguiente, del futuro de todos y cada uno de los españoles.

Y esto es así porque tenemos una clase política -la que previamente los españoles han elegido y votado-, inmersa en una convulsa disputa ideológica por mantenerse y/o alcanzar el poder a cualquier precio, que hace tiempo que no está a la altura de las circunstancias políticas, económicas y sociales por las que está pasando esta sociedad nuestra sumida en una desaceleración económica globalizada, en una agobiante desesperanza por el futuro de sus pensiones, en una preocupación más que evidente por el incremento del paro, o la subida de impuestos, la inmigración descontrolada, la corrupción política, la violencia contra la mujer, el casi imposible acceso de la juventud a su primera vivienda, el chantaje permanente al Estado y, por extensión, al conjunto de los españoles de las minorías nacionalistas?

Y mientras esto sucede, estamos con un gobierno en funciones que nos ha llevado de nuevo a las urnas porque se ve incapaz de llegar a unos mínimos acuerdos con los partidos constitucionalistas que conduzcan a España a la estabilidad política, a mantener equilibrada las cuentas estatales y no seguir con el pozo negro en que se ha convertido el déficit estructural de las administraciones públicas, a defender por encima de todo la paz social y, de camino, hacerle frente al desafío secesionista que tiene sometida a la sociedad española en un bucle melancólico del que nadie sabe cómo salir.

Y mientras la princesa pronunciaba su primer discurso público en Asturias, tierra donde se hunden las raíces de nuestra génesis histórica proclamando sin equívocos que: "El título que ostento me compromete con la entrega y el esfuerzo de servir a España y a todos los españoles", en Cataluña -abandonada a su suerte por el Gobierno central- los independentistas pacifistas y los no tan pacifistas, con sonrisa o sin ella, en manifestaciones, la mayoría de ellas ilegales, se enfrentaban a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las cuales, tenían "órdenes políticas" de hacer frente a los disturbios y sabotajes de los radicales y antisistemas de forma serena, templada, proporcionada, moderada y comedida.

Todo ello para hacer frente al fruto de la ingeniería política y social impulsada por Puyol hará ya cuarenta años, reconvertidos hoy en organizaciones independentistas y sindicales de la ultraizquierda más abyecta y totalitaria todos ellos convenientemente beneficiados, impulsados y jaleados, tanto por los partidos independentistas y populistas como por los distintos gobiernos catalanes; más todos los anarquistas, comunistas y antisistemas de distintos lugares de Europa, que se han unido a la "fiesta revolucionaria del picnic de la sonrisa".

Cataluña se ha pegado un tiro en el pié. Y lo saben. De pronto, la sociedad catalana se ha dado cuenta -sobre todo la parte del colectivo silencioso y amedrentado-, que, según el antiguo proverbio hindú, "quien cabalga un tigre, no se apea fácilmente de él". Mientras tanto, algunos de los hijos y nietos de los que perdieron la guerra -los desmemoriados históricos- parecen más interesados en ganar dicha guerra ahora, paseando la momia de Franco de un lugar a otro, mientras intentan deslegitimar la Transición para cambiar la actual forma política del Estado español, como lo es nuestra Monarquía parlamentaria que, en estos días, vuelve a estar acosada por los separatistas y desatendida por los representantes políticos catalanes, mientras la princesa Leonor acude por primera vez a la entrega de premios de la Fundación Princesa de Gerona en Barcelona, ya que en la capital gerundense no son bienvenidos.

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