Cinco candidatos a diputados por Madrid celebraron esta semana un gran debate televisivo. A la gente se le induce a pensar que son candidatos a la Presidencia del Gobierno, pero no es así. Lo que eligen los ciudadanos son 350 diputados que son los que votan después al presidente. Como siempre ocurre, los medios se han lanzado a discutir quién ganó el enfrentamiento dialéctico, cosa muy difícil de determinar. En este caso, excepcionalmente, sí se puede establecer con cierta claridad quién lo perdió. Albert Rivera parece vivir sus horas más bajas. Y Santiago Abascal, como todas las novedades, deslumbró más de la cuenta. En el mundo político español se envejece muy rápido. Sánchez, Iglesias, Casado y Rivera parecían llevar siglos allí, de pie, delante de los atriles. Lo que nadie ha pensado, es que quienes realmente perdieron el debate fueron los millones de españoles que confiaban en que algunos de ellos fueran capaces de entenderse.