Tengo un lector que no va a ir a votar en noviembre. "Ni de coña -asegura-. Ya les dije lo que pensaba hace seis meses. ¿Por qué me vuelven a preguntar? Pienso lo mismo. Que cojan mi voto y lo vuelvan a contar".

Después del debate de ayer recabé su opinión, por si había cambiado. Pero no. Sigue pensando que esta vez les pueden dar a todos por donde cargan los camiones de volquete. Que los partidos no han estado a la altura. Que diputados y senadores han estado cobrando y no han sido capaces de hacer su trabajo.

Como los analistas políticos y los gurús de la comunicación parecen despreciar a los ciudadanos, parten de la base de que esta sociedad tiene memoria de pez. El debate de anoche debería haber empezado con los cinco líderes puestos de rodillas para pedir perdón a la audiencia. Porque los que estaban allí, de un extremo al otro, son los responsables directos de que tengamos que gastarnos otra vez una millonada para que ellos sigan jugando a las casitas.

Votar a los de siempre, a los que estaban en el plató de televisión de cuerpo presente, hará que ocurra lo acostumbrado. Lo que a ellos mejor les convenga a sus intereses. La partitocracia de este país necesita un susto para que recuerden que están al servicio de los ciudadanos y no al revés. Dicen las encuestas que la abstención no se va a disparar. Es una pena. Porque la mejor lección que podrían llevarse todos ellos, la que podría mandarles a su casa -si algo puede-, es el desprecio de un pueblo defraudado. Que la abstención se convirtiera en una bofetada sin manos y las urnas en una censura.

Todo en este país parece un decorado para esas elecciones eternas en las que vivimos. Las mentes más lúcidas se dedican a inventar tácticas para conquistar el voto de sus candidatos. Y así, de oca en oca, y meto la pata porque me toca, hemos exhumado una enorme cantidad de franquistas que dormían, como buchones, con la cabeza debajo del ala. Entre los que quieren imponer la dictadura del proletariado, los que quieren su propia república y los que van de cara al sol con el partido nuevo, en este país cada vez hay más extremismo.

Lo más previsible, a la vuelta de las urnas, es que volvamos a estar en la casilla de salida. Habrá una posibilidad de formar Gobierno del PSOE con una constelación de fuerzas divididas y enfrentadas a su izquierda: independentistas, nacionalistas y particularistas. Y échate a temblar con el precio al que estará la Moncloa en ese supermercado. Y habrá otra, más remota, de que sume mayoría el PP con la fuerza de su derecha, o sea, Vox, y otros nacionalistas y regionalistas más lo que quede flotando del naufragio de Ciudadanos. Que también con toda esa gente, la alegría de la huerta.

Hay dos bloques bloqueados. Y esas dos viejas Españas enfrentadas que hoy se detestan más que ayer, pero muchísimo menos que mañana.