Imagine que se le rompe un grifo en su casa y tiene que llamar a un fontanero. Y que después de hacer múltiples llamadas descubre que no hay más que tres disponibles. Como también suele ser habitual, el presupuesto de la reparación le cuesta un ojo de la cara. Lo normal es que se ponga usted a acordarse de todo el panteón de dioses etruscos. Y que, cuando se le pase el cabreo, termine llamando a uno para pasar por el aro. Eso, desde luego, no pasaría si tuviera usted disponibles a cientos de profesionales dispuestos a trabajar por el precio que sea, para poder pagar la cuota de autónomos.

En Canarias tenemos casi doscientos cuarenta mil parados. Y pinta de que tendremos muchos más. La población activa de las Islas ha subido hasta más de un millón ciento treinta mil personas que están buscando un empleo. De ellos, más de doscientos veinte mil son trabajadores foráneos de los que, a su vez, más de ciento cuarenta mil son extracomunitarios.

El crecimiento demográfico de nuestras Islas ha sido ampliamente superior a la media estatal durante los últimos años. Y es fácil percibirlo en zonas como Fuerteventura, donde con ciento diez mil habitantes -el doble que La Palma- votan apenas sesenta mil personas. ¿Eso qué quiere decir? Pues que estamos importando población a espuertas.

El buenismo imperante considera que este dato no hay que tenerlo en cuenta. Que hablando de ello se criminaliza a los pobrecitos inmigrantes que, al fin y al cabo, sólo quieren trabajar y mantener a sus familias. La fragilidad del argumento no merece mucho comentario. Lo mismo quiere el cuarto de millón de parados que hay en las Islas, muchos de ellos, por cierto, también inmigrantes. Porque da la casualidad de que en estas Islas inmigrantes somos todos. Unos llegamos antes y otros después. Y punto.

Nos pasamos la vida hablando del impacto del turismo en el medio ambiente pero pasamos de puntillas por el espectacular aumento de población residente que se está concentrando en las áreas de expansión económica, especialmente en las islas turísticas. Un aumento que ha desbordado a todas las administraciones en materia de vivienda y servicios públicos, siempre por detrás de las crecientes necesidades.

El excedente de mano de obra disponible es un chollo para los sectores productivos. Siempre hay alguien dispuesto a hacer un trabajo por un salario escaso. Y esa podría ser una explicación -o al menos una de ellas, junto a la economía sumergida- para que los salarios que se pagan en el sector turístico sean mucho más bajos de los que se dan en otras comunidades como Baleares, que tiene nuestro mismo modelo económico. Y además justifica perfectamente que el PIB per cápita de estas Islas se haya desplomado, porque es el resultado de dividirlo por muchas más personas.

No tiene ninguna lógica que teniendo aquí un cuarto de millón de personas buscando empleo -muchas de ellas inmigrantes- sigamos importando mano de obra año tras año. Acumulando población y paro. Pero de eso, no hablemos.