Uno de los defectos que tenemos como sociedad es que siempre lo vemos todo mal.

Nos falta humildad para reconocer lo que también se hace bien. Eso insuflaría algo de aire fresco sobre todo cuando las cosas están estancadas como sucede ahora.

Me encantaría por una vez escuchar a Rivera a Casado o a Iglesias decir que Sánchez ha tenido algún acierto. Así dejaría de sospechar de la rabia que le tienen por ser sus rivales. Pero no hay que pedirle peras al olmo.

A veces creemos que detectar y recalcar los errores de los demás denota inteligencia, que así nos posicionamos por encima del otro, pero eso siempre termina pasando factura porque a fin de cuentas todos nos equivocamos.

Que debamos reconocer lo positivo no quiere decir que tengamos que mirar hacia otra parte cuando pasa algo malo de verdad.

Minimizar o no reconocer las cosas malas por caer en un buenismo conveniente también puede ser peligroso y permite que algunos campen nuevamente a sus anchas.

Por ello creo que más que perder el tiempo valorando los fines electoralistas de Sánchez es importante denunciar las últimas acciones de los CDR en Catalunya.

Algunos sectores del independentismo radical creen que el derecho de manifestación significa derecho a fastidiar al prójimo. Consideran que todo vale.

Sin ir más lejos, el jueves unos CDR encapuchados cerraron la Universidad de Derecho de Barcelona sin previo aviso y dejaron a cientos de jóvenes sin clase.

Muchos estudiantes se desplazan a diario de fuera de Barcelona para ir a su facultad. Anularles su derecho a asistir a clase atenta contra su libertad, su derecho a decidir y es completamente injusto.

Tampoco puede ser que los CDR contaminen el agua de las fuentes de Montjuic con Fairy pudiendo provocar la intoxicación de decenas de aves que beben de esas fuentes. Ni tienen derecho alguno a provocar incendios en las calles arruinando el mobiliario urbano. Incendios que a su vez levantan columnas de humo tóxico por toda la ciudad. Es un atentado contra el medio ambiente llenar los ríos y las playas de plástico amarillo.

La coherencia medioambiental del independentismo radical brilla por su ausencia y eso atenta contra el resto de la ciudadanía que precisamente está haciendo un esfuerzo por vivir su vida, trabajar y cuidar del medio ambiente.

Todas esas personas que quedan atrapadas en el aeropuerto, en las calles, en las carreteras cortadas o incluso en las universidades también tienen sus derechos y no son responsables de la sentencia dictada por el juez Marchena.

No denunciar estos hechos y mirar hacia otro lado es también una irresponsabilidad.

Si yo perteneciera a la familia Franco probablemente me habría cambiado el nombre. Seguramente para compensar el karma familiar me habría hecho hinduista y me haría llamar Laksmi Shandra. Y si alguien me preguntara probablemente diría que mi abuelo era vendedor de zumos de azúcar de caña en un bazar de Mumbai. Pero ellos no, enfundados en esos clásicos abrigos negros, todos igual vestidos, casi fotocopiados y con gesto abatido como si lo que les estuviera haciendo el Gobierno de Sánchez fuera un auténtico sacrilegio.

Sin embargo, el jueves 24 de octubre de 2019 la noticia de la exhumación fue portada de todos los diarios. Un día de celebración en que por fin los restos del dictador y genocida Francisco Franco eran trasladados al cementerio de El Pardo-Mingorrubio donde yacerá junto a su esposa, y en cambio estaban todos los políticos echándose los trastos a la cabeza.

¿No será que en realidad a algunos les hubiera gustado marcarse ese tanto histórico y están celosos de que sea Pedro Sánchez quién pase a la historia como el presidente que materializó la exhumación del dictador?

En cualquier caso, yo estoy encantada de que el Gobierno en funciones haya liderado el procedimiento legal para consumar esa exhumación y aunque ahora muchos le resten importancia veo en este hecho un rotundo rechazo al fascismo.

No sólo un buen síntoma para la democracia de nuestro país sino también una gran jugada de cara a desmontar la trama principal del independentismo, la del Estado opresor fascista que en buena medida le da alas. Hay momentos en que se echa de menos la unión del constitucionalismo y este es uno de ellos.

Franco, adieu, y ahora pasemos a la pantalla siguiente que tenemos unas elecciones a la vuelta de la esquina y se nos acumulan los deberes.