Quinientos setenta y siete millones de hispanohablantes sitúan a nuestro milenario idioma como el cuarto más potente del mundo, sólo superado por el consolidado e indiscutible inglés y a una cada vez más corta distancia del francés y el chino mandarín, oficial en el país con mayor población del planeta, con más de mil setecientos millones de habitantes, y el mayor competidor económico de Norteamérica y la Unión Europea.

Estos son los datos más sobresalientes del informe periódico del Instituto Cervantes, que se presentó por primera vez fuera de España, concretamente en Nueva York, en un gesto cómplice con su expansión imparable en los Estados Unidos, pese a la sectaria obsesión del presidente Donald Trump con la inmigración mexicana y, por extensión, con la procedente de todas las áreas hispanas. Frenado en sus propósitos de construir un muro en su frontera del sur, y pese a sus continuas amenazas, el español será en el horizonte de 2060 la segunda lengua del coloso del norte y el primer país en número de hispanohablantes, desplazando al vecino México que hoy mantiene el liderazgo con ciento veintidós millones.

Oficial en veintiún estados y acercándose a los seiscientos millones de usuarios, Luis García Montero, director de la Institución, resaltó que la cuota hispánica -7,6 por ciento mundial- es un hito "en un planeta que cuenta con siete mil trescientos millones de habitantes y más de siete mil lenguas". Pese a esos datos halagüeños, insistió en la urgente necesidad de invertir más y mejores medios y aumentar la dotaciones económicas con el objetivo de "plantear ambiciosas estrategias de formación en todo el mundo, porque de no hacerlo nos arriesgamos a quedar atascados en unas buenas cifras y en nuestros indudables avances".

A las opiniones de García Montero se unió Daniel Fernández, representante de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, que certificó el final de un estereotipo vejatorio que la calificaba como "símbolo del fracaso y un lastre a corregir porque, por el contrario es algo que enriquece y una herramienta imprescindible en el mundo globalizado, rozando los talones del francés y el chino". Veinticinco millones de estudiantes de español -de ellos una tercera parte en Estados Unidos- reflejan las perspectivas de un idioma en alza y, en malas horas de pugnas y reduccionismos, un abanico de posibilidades abiertas en los ámbitos económicos, sociales y culturales.