Anda el Gobierno de las flores subiendo el Gólgota de los presupuestos del año que viene, que no saben los pobres cómo cuadrarlos. Hoy empieza ese desconocido proceso en el que todos los consejeros sacan los cuchillos para defender con uñas y dientes sus compromisos de gasto frente a un consejero de Hacienda al que, como a todos, se le termina poniendo la cara con forma de tijera.

Al presidente Torres no le queda otra que rascar el fondo del lebrillo en Canarias. Madrid no está ni se le espera. El país está de mudanza de huesos, en esa cosa de las tumbas, que es lo suyo, y quemando contenedores por la causa de la libertad. De las transferencias a las comunidades pobres, para la Sanidad, la Educación y los menos favorecidos, ni hablemos. Para qué.

Pero las cuentas no van a salir. Por lo que uno lee de las previsiones oficiales, alguien ha sufrido un ataque de optimismo efervescente. Dicen que con la subida de medio punto del IGIC -del 6,5 al 7%- van a conseguir 153 millones más para el año que viene. Yo no sé de dónde sacan la moral. Porque con menos turistas -y habrá algunos millones menos- y menor consumo interno, la recaudación de los impuestos indirectos va a caer como el Tenerife en la tabla de Segunda División. Y si se descalabra el único lugar del que pueden rascar algo, al final las previsiones de ingresos van a ser el cuento de Caperucita.

El combustible que mueve al Gobierno está basado en las buenas intenciones: dedicar más dinero al gasto social. Pero eso casa muy mal con una subida de los salarios de la burocracia que rondará los doscientos millones. Subir los impuestos indirectos a la sociedad es sacar agua para volver a meterla en el mismo charco. Pero siempre entra menos agua de la que sale. Por mucho que se intente esquivar la cuestión, estamos colgados del guindo de un Estado en crisis, ensimismado en guerras electorales de su clase política, que ha pospuesto la nivelación de la vida en sus territorios, donde aumenta cada año la brecha entre ricos y pobres, y la solución de problemas tan graves como el mantenimiento del sistema de pensiones.

La Comisión Europea ha lanzado un aviso a España -entre otros países- porque ha presupuestado un aumento del gasto de 3,8 puntos frente al 0,9 al que estaba comprometido. Las previsiones de crecimiento de la economía se están revisando a la baja, pero la de los ingresos, inexplicablemente, no. Se sostiene la ficción de que un país más pobre recauda más, cosa que es rigurosamente falsa. El impuesto sobre el beneficio de las sociedades no se ha recuperado del descalabro de la crisis del 2008 y a la masa salarial privada del país le pasa lo mismo. España estará obligada a hacer un ajuste presupuestario a medio plazo superior a los 6.500 millones. Ese horizonte volverá francamente incómodo, aquí en la macarronesia, eso de estar en misa y repicando. Al final, de Madrid al cielo.