Un escenario de guerra, centenares de heridos (un policía grave), la población atemorizada, turistas huyendo, carreteras cortadas, barricadas incendiarias y una sensación de indefensión que se intensifica cada día. Panorama ideal para visitar Barcelona. Y aquí estamos entre el baile de llamadas de teléfono de Torra a Sánchez, que no se le pone al teléfono porque no condena la violencia. Da vergüenza.

Mientras las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se enfrentan sin descanso desde hace días a los violentos radicales, el presidente del Gobierno y el ministro de Interior presumen de intervención moderada pero contundente. Y el otro, el torrado, se dedica a llamar a Moncloa y no le cogen el teléfono, como el novio que espera rabiando.

El presidente Sánchez y el ministro deberían darse un paseo a pie por la ciudad para comprobar sobre el terreno el trabajo de las Fuerzas de Seguridad. "Se trata de una situación grave, pero a la que se está dando una respuesta proporcionada", han dicho. ¿A estos hay que darles una respuesta proporcionada? Anda ya.

Entiendo las críticas de los agentes desplegados en Barcelona, que se están jugando la vida en los enfrentamientos. Tienen razón. Los políticos jugando a llamadas de teléfono, a medir la respuesta policial, a respuestas moderadas, pero al final quienes se llevan los palos son ellos, los de siempre.