El tiempo será el juez de una algarada salvaje y un fracaso urdidos por los beneficiarios del tres per cent y basados en mentiras torpes y extendidas y en el sentimiento sincero de quienes, de buena fe, quieren andar solos a cualquier precio, vulnerando incluso las leyes y los derechos legítimos de quienes piensan lo contrario que son más y menos airados. Continuador de la panda de mascarones del clan Pujol, el supremacista Quim Torra alienta las algaradas y sus efectos sobre el orden civil y los servicios públicos y, a la vez, reprime con los mossos bajo su mando a las masas cabreadas; esta vez, convocadas por el Tsunami Democratic, cuyo enunciado es ejemplo de la estulticia en la que chapotean los viejos convergentes y cuyos inductores y patrocinadores conoceremos pronto.

Dada la coordinación entre las distintas fuerzas policiales y la sensatez y proporcionalidad de las actuaciones, las provocaciones y ataques, los destrozos de mobiliario urbano y sabotajes en carreteras y servicios públicos tienen plazo fijo -como los chalecos amarillos en Francia- y ni pararán Cataluña ni asustarán al Estado. Lo que resulta penoso es la pérdida absoluta de seny -la cordura de la que se jactaban políticos investigados, juzgados y condenados por décadas de saqueos al erario público- cuando, ante los evidentes ataques a la policía, no mostraron una mínima dignidad para condenar la violencia o lo hacen con la boca chica y pidiendo, a la vez, investigar las respuestas policiales.

Debemos acostumbrarnos a esta barbarie perentoria ante una sentencia justa, con todas las garantías y hasta generosa en las penas porque tiene plazo fijo. Entre los episodios que la rodeen, hijos de la posverdad en la que conspiran los inductores, hoy ya no gana adeptos ni dentro ni fuera de España. Los intentos de internacionalizar el conflicto fueron, y son, infructuosos, ante las organismos competentes y, ahora, se limitan a declaraciones patéticas y bien pagadas de sujetos como Pep Guardiola que critican la democracia española y son perros falderos, lamedores y bien remunerados de la dictadura qatarí.

Y la posible influencia de esta dura borrasca en las elecciones de noviembre se debe medir a su hora, sin profecías ni avances interesados y confiando en la madurez de un pueblo que, contra viento y marea y hasta hoy con eficacia, resistió todos los intentos de violentar la legalidad que nos ampara.