La alcaldesa de Santa Cruz, Patricia Hernández, se ha tirado a la yugular del Gobierno canario para anunciar una consignación presupuestaria para el año que viene -cinco millones- para la obra del enlace Ofra-El Chorrillo. Una de esas vías que dormía el sueño de los justos en la placentera cama del olvido.

La agilidad de la alcaldesa contrasta con la aparente pachorra con la que el Área de Carreteras del Cabildo se está tomando el ominoso panorama de las obras en la Isla. Hace no muchos meses, los alcaldes socialistas montaron una ofensiva cargada de razones por las insoportables colas que se padecen, un día sí y otro también, en nuestras principales arterias. La situación no solo no ha cambiado, sino que empeora. Y las noticias, además, no son buenas.

La adjudicación de las obras del cierre del anillo insular, en el tramo Norte-Sur, se realizó a la empresa OHL que propuso una espectacular baja económica sobre la oferta de licitación. Unos cien millones menos, sobre trescientos. Las demás empresas reclamaron. Un informe técnico del Gobierno de Canarias estimó que el monto de los salarios consignados estaba por debajo de convenio y el Tribunal Especial tumbó la adjudicación para darle la obra a la siguiente clasificada, FCC. La primera empresa sostiene -al parecer con argumentos- que no se sumaron todas las partidas adscritas a nóminas. Y tiene previsto reclamar judicialmente lo que, con toda probabilidad, producirá una paralización cautelar del procedimiento en tanto se resuelve el fondo del asunto.

¿Y cuál es el problema? Pues que a mediados del próximo diciembre caduca el plazo de validez del estudio de impacto ambiental de este proyecto. Hacer uno nuevo llevará, como poco, dos años más de retrasos. Es decir, que Tenerife se podría encontrar sin poder ejecutar una de sus obras más importantes. Como no hay mal que por bien no venga, el Gobierno, a causa de un follón judicial, podría verse en la feliz obligación de retrasar la obra. O sea, doscientos y pico millones que podrían dedicar a otros piches. Pero para Tenerife sería como un tiro de escopeta.

El presidente del Cabildo, Pedro Martín, no debe estar nada tranquilo. Sabe muy bien que uno de sus principales problemas políticos a medio plazo es ese cuello de botella de los atascos cotidianos que tanto cabrea a los ciudadanos y contra los que se pronunció personalmente. Es de suponer que estará moviendo Roma con Santiago para resolver el enorme retraso -y el grave peligro de defunción definitiva- en el que puede meterse el proyecto. Unos veinte mil vehículos tendrían una ruta alternativa al Sur, lo que desatascaría la autopista del Norte. Dos pájaros de un tiro.

No hay nada que funcione mejor en política que sentir el aliento en el cogote de alguien muy cabreado. Y más allá del natural compañerismo ideológico, el Gobierno tiene que sentir ahora mismo el tórrido resoplido de los socialistas tinerfeños. O corremos el riesgo de quedarnos a dos velas.