El nacionalismo independentista catalán había logrado construir país, esa meta mitológica que alberga cualquier aspirante a totalitario. Incluso había alcanzado la inmersión lingüística o paulatina desaparición del castellano de todas las enseñanzas (salvo las elitistas). El descuelgue paulatino de las instituciones catalanas del conjunto estatal avanzaba a velocidad de crucero. Y, sobre todo, la ley electoral y los pactos imprescindibles constituían la gran baza de futuro.

Siendo así las cosas, resultaba suicida el desafío secesionista. El ansia, el deseo, la insatisfacción profunda (lo personal sublimado a la política) no encontraron ni superó ni principio de realidad que lo contuviera. No muy alejado de este fenómeno se halla el PSOE, que en realidad es justo ahora el verdadero PSOE antifranquista, que aventó el aciago Zapatero. Haber sido antifranquista real, y sentirme casi rodeado de sobrevenidos, falsarios y alucinados antifranquistas resulta casi imposible de soportar. Estúpido imaginar gente así contra Franco. No saben dónde dirigir su pulsión de odio, tan descarnada y desbordada. Y han entablado una batalla entre muertos, como Juan Rulfo en Pedro Páramo: los de las -recientes imperiosas- cunetas contra Franco extinto.

Sigo siendo felipista aunque no le acompañé en sus sucesivas autodegradaciones de apoyo a Zapatero y al doctor Sánchez. Las siglas como eterna religión estupefaciente, y encofrado. Incluso fui segundo de lista (independiente) a un pueblo cercano a Bilbao el año 2000. A Felipe le conocí un sábado de enero de 1976 (ya sin Franco, claro) en Económicas de Bilbao. Tuvo escrache abertzale, y se fue. El primer socialista que veía. Para entonces ya conocía, desde muchos años atrás, gente de todas las facciones de ETA hasta la extrema izquierda más inverosímil: PCE (i), UCE, OPI. El emboscado PSOE debutaba desaparecido Franco. La aportación antifranquista del PSOE no existió (¡cero!), y tienen esa deuda con nosotros. Me la deben, sí.

El PSOE debió conformarse como los catalanes: había salido virginal y puro de una guerra civil a la que sin duda contribuyó con contumaz esfuerzo e irresponsabilidad. Debió dejarlo así, que no se removiese nada: ¡Si habían machacado con su versión celestial! ¡Si les habíamos perdonado armarla y desaparecer! ¡Si la República era el reino de Dios con mucha mayor perfección!

Tanto sectarismo, falacias, guerracivilismo, maniqueísmo intolerable, han generado también los anticuerpos: el hartazgo. Del Frente Popular son tantas las fuentes materiales (barbaridades que ¡ver y escuchar! horrorizados) que harán en el futuro inútil el propagandismo masivo y enloquecido, intensamente padecido. La historia objetiva, sus hechos reales le esperan al PSOE.