El apagón sufrido hace unos días en la isla de Tenerife devuelve a la actualidad la preocupación sobre la soberanía energética de Canarias. Por un lado está la responsabilidad puntual del corte (nuestro análisis no incidirá en ello dado que en esta materia ya hay expertos que la están dilucidando) y por otro lado las diferentes responsabilidades de fondo que han llevado a este eufemismo llamado cero eléctrico. Lo cierto es que la interrupción del suministro en Tenerife es un síntoma más de la crisis del sistema energético canario, la cual ha llegado antes de tiempo, especialmente ante el marco actual de transición energética. Aunque este apagón no es nada nuevo, sí lo son su magnitud y alcance.

Hasta la fecha, las Islas han funcionado bajo un status quo energético reflejado en un práctico monopolio natural de Unelco-Endesa basado en una generación mayoritariamente de combustibles fósiles (90 %), empresa que es a la par titular de la red de distribución y garante último del suministro eléctrico. Éste fue el papel que se le otorgó en su día a la Endesa pública y mantenido con posterioridad a la privatización, a cambio de recibir una compensación anual para cubrirlos sobrecostes del sistema que igualara la tarifa de las Islas a la de la Península y una retribución regulada para tener una red y unas centrales en condiciones óptimas. Repetimos, en condiciones óptimas. Lo que hasta 2006 funcionó con unos costes razonables (promedio de 227 millones de euros anuales entre 2001 y 2005) se ha convertido en una pesada losa sobre el sistema energético nacional, alcanzando la compensación para todos los sistemas eléctricos insulares y extrapeninsulares en 2018 la cifra de 1.318 millones de euros tal como reflejan las cuentas anuales de Endesa correspondientes a 2018, un 8,5 % más que en 2017. De ellos, más del 60 % corresponden al Archipiélago Canario.

Al mismo tiempo que la partida de sobrecostes que pagan los contribuyentes vía presupuestos generales del Estado y los consumidores de electricidad vía sistema eléctrico nacional se incrementa, los fallos en el status quo también han ido en aumento. A pesar de los esfuerzos de inversión en infraestructuras por parte de Red Eléctrica de España y la tímida entrada de energías renovables, tanto el parque de generación como la red de distribución muestran cada vez más problemas, máxime teniendo en cuenta que el parque de centrales de fuel-gas está amortizado en casi un 85 %, y la maquinaria e inmovilizado en más de un 95 %. Desde 2006, las inversiones han cumplido los requerimientos regulatorios pero sin hacer un mayor esfuerzo por mantener un parque de generación y una red de distribución modernos y actualizados.

En este sentido, las señales de alarma sobre el deterioro del sistema insular están surgiendo de diferentes voces autorizadas, comenzando por el propio regulador energético. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha advertido en más de una ocasión de la situación del modelo energético no peninsular, recogiendo en un informe de junio de 2018 titulado Informe de Análisis Económico-Financiero de la Actividad de Generación en los Sistemas No Peninsulares 2012-2016 diversas herramientas claves para entender la situación como inversiones, amortización de los grupos o los flujos financieros entre las filiales insulares y la matriz italiana Enel. Y, al mismo tiempo, reconociendo las limitaciones del propio regulador a la hora de supervisarlo que está aconteciendo.

Otros datos que no deben pasar desapercibidos corresponden al último periodo analizado, 2012-2016, donde destaca la enorme dependencia financiera de la compensación por los sobrecostes de generación (supone 2/3 de la facturación de Unelco-Endesa), un desplome de las inversiones (-56 % en el periodo señalado) y una compra sin subasta competitiva del 23 % del combustible de las centrales a empresas de su mismo grupo. Estos indicadores muestran una débil situación del titular del sistema eléctrico de las Islas y, por tanto, el riesgo que entraña sobre la seguridad del suministro. Con un marco extraordinariamente favorable como el descrito (a lo cual se añade el régimen fiscal canario) no se ha conseguido una modernización y actualización del sistema, lo que obliga a una reforma urgente para que dentro de unos años los cortes de luz no sean generalizados y los problemas en la red sean el pan nuestro de cada día. Dicha reforma debe partir de un desmantelamiento ordenado del actual régimen de cuasi monopolio de Unelco-Endesa junto con más planes de electrificación de las Islas e interconexiones energéticas. Es evidente la potencia de Canarias para abastecerse a base de renovables; sin embargo, la generación de energía renovable se enfrenta a continuas restricciones medioambientales, de patrimonio natural, enrevesada burocracia insular para obtener permisos de instalación de nueva capacidad, dificultad de entrada de nuevos competidores por bloqueo de los que ya están y, por tanto, desinterés por parte de nuevos inversores. En materia energética es peligroso sólo acordarse de Santa Bárbara cuando truena. Hay que invertir, e invertir mucho. Pero las inversiones en esta materia requieren un periodo de maduración y realización muy largo, con la participación de numerosos agentes y administraciones, para lo cual es imprescindible un marco de seguridad jurídica o, lo que es lo mismo, evitar que se cambien las reglas en mitad del partido. Es evidente la necesidad de un nuevo modelo energético, preparado para un mayor consumo de energía en los próximos decenios, con un parque de generación moderno y adaptado, con instalaciones tecnológicamente adecuadas y todo ello salvaguardando el bienestar económico, la seguridad de suministro y unos costes razonables para los usuarios. Es menester una mayor introducción de energías limpias que reduzcan la dependencia y concentración en carbón y fuel, junto a la necesidad de más permisos para instalaciones renovables, completar la obra de Chira-Soria, pensar y planificar otros sistemas de almacenamiento y reforzar las plantas de biomasa y cogeneración. Apostar por energías limpias pero sin olvidar a las energías de respaldo. Esta es la ecuación clave para la soberanía energética.

* Asociación para la Transición Energética