Qué haríamos sin esas palabras impresas que tanto nos cuentan. Existen libros que te encuentras fruto de la maravillosa casualidad. Luego hay otros que buscas a objetivo concreto, con las mismas ganas que el hambre cuando divisa una buena carne. Luego está Sostiene Pereira, la extraordinaria novela corta de Antonio Tabucchi cuya lectura tendría que estar fijada en la Constitución. De esos libros que, sin gran esfuerzo, crean estupendas producciones cinematográficas dignas de la interpretación del mismísimo Marcello Mastroianni. Sostiene Pereira recuerda a los viejos periodistas de antaño, los de máquina de escribir, tabaco y café, los de redacciones en estado ruinoso que se enfrían en verano con el pobre aleteo del ventilador. Es también el olor a la omelette del Café Orquídea, que te regala la posibilidad de viajar en el tiempo y recordar un lugar en el que jamás estuviste. Qué triste realidad la que ofrece Antonio Tabucchi en el convulso año 1938, en la dictadura de Salazar. Mientras los totalitarismos triunfan en Europa, el periodista que ha trabajado siempre en la sección de sucesos, recibe el encargo de dirigir la página cultural de su periódico. Es en este momento cuando la historia comienza a tomar un cariz de introspección por arte de su personaje principal, un hombre de izquierdas que tiene que lidiar con la dicotomía del deber o los principios. Recomendar la lectura de una obra como esta es casi una obligación, porque dejar pasar la oportunidad de disfrutar de su lectura es una herejía. Desde la aventura del inicio, tiene la capacidad de atrapar al lector, como una planta carnívora a los insectos, porque primero te seduce y luego te engulle, con el placer de ser consciente de tal virtud. Sus calles, sus edificios, la redacción, son localizaciones reales, que tienen la magia de hacerte entender que ya estuviste en ese lugar, como un deja vu para principiantes. Tabucchi logró con su estratosférica narrativa crear un testimonio político, social y humano de una época que disfrazó a Portugal con sus peores galas. Así, el tirano intensificó la censura y la acción de la policía política PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado), cuestión que se refleja de forma nítida en una obra que recrea la crueldad de las torturas y los juicios sumarísimos que sumieron a Portugal en un caos donde los poderosos tenían patente de corso. Imposible sería no imaginar la redacción del Lisboa, un periódico del régimen con una sección de cultura al alcance de unos cuantos intelectuales de derechas, sustentado por un director, un periodista y su secretaria. En esta novela, Tabucchi ha conseguido dibujar un inolvidable personaje que marcará al lector, con la historia de un periodista que nos ofrece también un ejercicio de realidad para preguntarnos si nuestro pasado puede ser tan incierto como nuestro presente. "Es mejor darse prisa, el Lisboa saldría dentro de poco y no había tiempo que perder, sostiene Pereira".

@luisfeblesc