Las presidencias del Fondo Monetario Internacional, cuando no persiguen camareras por los hoteles de Nueva York, se ocupan de lanzar ominosas advertencias al mundo mundial. La nueva responsable, Kristalina Georgieva, ha pronosticado que la gran mayoría de países del planeta va a entrar en una "desaceleración sincronizada" de sus economías, a consecuencia de las puñetas comerciales que se están haciendo Estados Unidos y China.

La "desaceleración sincronizada" es como cuando vienes por la autopista del Norte y te metes en un atasco. Una cosa en la que te pones a mentar a la progenitora de todo el mundo mientras se te pasan las horas mirando con ojos de mero a la plancha los frenos del coche de delante. Básicamente, una jodienda que, aunque sabes que te está esperando, no te queda otra que soportar.

Las cosas pintan mal. Y no hace falta que nos lo diga la tal Georgieva. Las negociaciones para una salida pactada de Gran Bretaña de la Unión Europea han vuelto otra vez al borde de la ruptura. La economía es como un enorme congelador y las previsiones de crecimiento se están revisando a la baja casi cada semana.

Pero tranquilos, que en España no improvisamos. Para hacer frente a las turbulencias que nos amenazan, los partidos políticos de este país endeudado hasta las trancas con un billón doscientos mil millones de pufo público, nos llevan de nuevo a unas elecciones el diez de noviembre próximo. Nos vamos a gastar una pasta gansa en poner otra vez urnas para volver a contar el hastío nacional. Y si no se produce un milagro, esos mismos partidos cobrarán sus subvenciones electorales y volverán a reunirse para sacarse los ojos por el reparto del poder y no llegar a ningún acuerdo.

Estamos con unos presupuestos generales del Estado prorrogados que vienen de la época de Viriato -es decir, de Rajoy- lo que bate el récord de la irresponsabilidad en un país que tendría que estar controlando el déficit público y ajustando las cuentas para lo que viene. Hasta ayer, el Gobierno aseguraba que era ilegal que estando en precario actualizara las transferencias de financiación a las comunidades autónomas, a las que retiene más de siete mil millones. La ministra de Hacienda, con lágrimas en los ojos y ceniza en el pelo, aseguraba que ella querría pero que la ley se lo impide. Tendría que haber consultado con Pedro Sánchez que, en sus primeros mítines electorales, ha asegurado sonriente que habrá envío de dinero a los territorios. La ley no ha cambiado, pero el criterio sí. Si no fuera porque ya es casi una costumbre que nos tomen por imbéciles sería para cabrearse.

Para nuestra entrañable Macarronesia, el atasco político y presupuestario es una desgracia. Necesitamos más dinero urgentemente. Nuestro Gobierno local, para que no se vea la luna de allí mira el dedo de aquí. Como si nosotros viviéramos de nuestros propios impuestos. Madrid tiene el grifo trancado. Ese es el gran problema. Y a nosotros, además de faltarnos un agua, nos falta riego.