Era un pibe cuando a escondidas le cogía la moto a mi padre, un tipo maravilloso del que escribiré algún día, buen policía y persona, mejor músico y excelente agricultor que hace un vino de campeonato. La moto era una BMW R60, con motores Bóxer y había que cebarlos con gasolina, abriendo llaves antes de arrancar. Nunca olvidaré esa moto.

Mi primer coche fue un Renault 4 (un cuatro latas), el que tenía mi padre para la finca. Cuando le dije que quería un coche, me señaló el viejo 4 latas, con la palanca de cambios en el salpicadero y me dijo: "ahí tienes tu coche". Tan viejo que había que sacarle el aire para arrancarlo por las mañanas. Mis amigos tenían coches nuevos, yo me conformé con aquel, y fui feliz con él.

Hoy los chic@s lo tienen todo. No digo que hayamos hecho mal. Los que no tuvimos tanto tendemos a darlo todo. Qué vamos a hacer, probablemente se nos haya ido la mano con ello. Pero es una pena que no sepan apreciar lo que cuestan las cosas, el esfuerzo que hacemos los padres para que tengan esto o aquello, para que estrenen cuando empieza el cole o que vayan siempre con los tenis de moda. ¡Ay, cuánto me costo sacarle a mi madre los Diadora de la época! El primer arañazo que les vi me costó una lagrima. Soy un sentimental y no me traumatizo de no haberlo tenido todo. Quizás me haya hecho valorar más lo poco que tengo.