Cuando un gobierno cualquiera habla de impuestos es como cuando te quedas atascado en un ascensor con el conde Drácula y te dice que no te apures y que no va a pasar nada, mientras te clava la mirada en el cogote. Nuestro Gobierno macarronésico canario dijo, nada más ponerse en el jarrón, que no le iba a subir los impuestos a la gente de a pie. Y todos pegamos un tremendo suspiro. Al fin y al cabo todos tenemos dos pies.

No es por quitarles la ilusión, pero si uno echa un vistazo a los impuestos que están en manos de Canarias, la desgraciada conclusión es que al tratarse de impuestos al consumo, cualquier cosa que toquen va a terminar metiendo la mano en el bolsillo de la gente. Y las primeras noticias ya hablan de que nos van a subir los impuestos a la luz y a la telefonía. O sea, nuestro cogote.

Casi cada día escuchamos a gente que quiere más dinero para algo. Unos piden mayores pensiones, porque son infames. Otros, mejores salarios en educación o sanidad. Otros, más residencias de mayores. O más colegios de cero a tres años. O más carreteras. Y acabar con las listas de espera. Y subvenciones a esto y a lo otro. Pero todo eso solo puede salir del bolsillo de las empresas y los ciudadanos. De los impuestos a los beneficios, a las rentas del trabajo y al consumo. Y no hay otra. Cada vez que alguien pide algo, le está pidiendo a usted que lo pague.

Nuestras Islas se han acostumbrado a vivir de la sopa boba de Madrid (irrespetuosa manera de definir nuestras especiales necesidades derivadas de la lejanía e insularidad y qué bueno que viniste) y de, otrosí, los fondos que nos mandaba la Unión Europea como agradecimiento por nuestra plena adhesión, que han ido menguando y lo que te rondaré morena. Y ahora mismo esos dos grifos están más cerrados que un ayuntamiento en domingo y festivo. No hay pasta para tanta gente. Y cuando la haya, nosotros vamos a estar muy en la cola.

Así pues, si quieres lapas te vas a tener que mojar el trasero. A este Gobierno, enfrentado a que tiene que cumplir con sus promesas sociales, no le va a quedar otra que darle a la manivela. Para recaudar tendrá que subir el IGIC, gravar las transmisiones patrimoniales, las herencias, la gasolina, la luz, el teléfono y en general todo a lo que le pueda meter mano. Hacer todo eso en un momento en que la economía va proa al marisco tiene sus riesgos anticíclicos. Porque puede que subas los impuestos al consumo y encima recaudes menos, como consecuencia de que el consumo se va a ir a freír gárgaras.

Todo el mundo habla ya de enfriamiento económico. Que es otro invento piadoso para hablar de la crisis sin mentar la bicha. El turismo está cayendo. Y los fondos de Madrid y de Bruselas menguarán. En el ascensor atascado solo estamos nosotros. Nos va a tocar.