Hoy pesa el tiempo sobre ti. Gris. Como tu pelo? pero sin brillo. Una borrasca, contundente y agria. Hoy reina una piedra en medio del cielo, sobre ti, rotunda e insoportable sobre la sala de operaciones. Una canción que no puedes cantar. Un amor infantil que idealizaste. Que esperaste, desesperaste y nunca, nunca, nunca desembarcó. Nunca.

Piensas en todo lo que se desperdició, las oportunidades perdidas, las oportunidades, las puertas abiertas, el futuro que quedó atrás. Hoy tu estado de ánimo está al borde del delirio, una pesadilla, un pitbull que aparece y desaparece en medio de la noche negra más oscura. Hoy la felicidad se ha ido y tú no sabes si te quedan fuerzas para buscarla.

Abres las persianas del día y te temes lo peor. El pequeño mosquito del verano se ha convertido en Drácula. Y la escalera? un precipicio. Meditas seriamente entre el dilema de volver a la cama o ponerte la ropa. Salir y salir. Eliges la segunda opción porque estás de vacaciones, porque es agosto y no puedes quedarte todo el día en casa, porque te exiges mucho y se espera mucho de ti -tú en eso eres un martillo-. Y sales. Y te ríes. Y hasta bailas como si lo sintieras. Despacito. Es lo que tienes que hacer. Y nadie tiene que sufrir por ti. Y ellos menos. Con ese corazón de león acostumbrado a los alfileres. Brillos mortales despuntan al alba. Pero eres tú. Y dependes de ti. No hubo luz intensamente blanca. Ni túnel con iluminación al fondo. Nada. Vaya infarto de mierda.

Y allí, precisamente, donde no esperabas encontrarla está. Imperturbable, tierna, ligera. Haciéndose de rogar. Porque encuentras el amor donde siempre estuvo. En el amor puro de tu familia. El de siempre. El que das por hecho? pero mucho más fuerte. Una roca. Un diamante.

Y caminas aunque revientes. Y miras a tus hijos: esperando que crezcan para conquistar un mundo invencible. Y en la incredulidad que les quedó grabada en sus ojos a golpe de injusticia. Y en el amor que te demuestran por minutos. Eso lo puede todo.

Y en estas llega el otoño. Como una leve caricia, casi consentida. Mirando hacia atrás y encontrando los tiempos en los que fuiste feliz. Tiene el otoño la melancolía como la tienen los escritores: idolatrada.

Pero el otoño tiene otra parte. Y digo, ahora más que nunca, que hacer planes a largo plazo es un error evitable. Que en cualquier esquina espera tu suerte.

Solo los pensamientos paseados tienen valor, dijo el atribulado Nietzsche. Yo, que no soy Nietzsche, digo lo mismo. Y cuando menos te lo esperes, descubrirás que ella estaba allí, esperándote. Ella, tan frágil y escondida. Ella, la felicidad. Y cualquier día, vas a unirte con alegría en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Eternamente. Cualquier día, descubrirás que el sol luce inmenso, sin eclipses, sin niebla o lluvia. La vida es rotundamente hermosa. Todas las borrascas pasan.

Feliz semana.

adebernar@yahoo.es

PD: El día que comprendí que lo único que me voy a llevar es lo que vivo, he empezado a vivir lo que me quiero llevar.