Se cayó la red eléctrica en Tenerife. Y en nuestra sociedad tecnificada, nada funcionaba. Un desastre total. Todo cayó con su caída. Y aparece el discurso de que "esto no puede pasar en el siglo XXI, que el sistema debe ser tal que esto no ocurra". Pues ocurrió. Y lo cierto es que nos acaban de informar que la central de las Caletillas ha de ser renovada porque se está quedando obsoleta. "Pero ¡cómo va a ser esto!". Pues es, porque es lo que le ocurre a todo lo que existe y podemos tocar y medir. Todo caduca. Todo es limitado.

El tiempo todo lo debilita. Cuando se inauguró la nueva techumbre de la Catedral tras su restauración, el arquitecto responsable de la misma señaló que "tenemos una estructura garantizada para los próximos trescientos años". Me sorprendió el comentario, lógico por otro lado, porque nos da la sensación de que las cosas hechas por nosotros deben ser definitivas. Y no es verdad. Todo es caduco. Todo tiene fecha de caducidad. El tiempo todo lo disuelve con su transcurso inevitablemente. Nada dura para siempre. Hasta la roca posee una ineludible debilidad inherente a su condición.

Esta realidad natural la escuché hace poco ejemplarizada en aquel que en la historia fue llamado "piedra", con función de consolidar la comunidad y sostener en la comunión de los demás. La debilidad de Pedro, el apóstol, debilidad testimoniada en la historia, es símbolo de la debilidad de la roca. Y la conciencia de la debilidad es, precisamente, su fuerza. Reconocer que no todo es definitivo, que casi nada es definitivo, es el cimiento de la fortaleza de lo humano. Nos sitúa en la verdad. Y cuando conocemos la verdad, organizamos la vida de manera lógica y eficaz.

Cuando alguien señala, de manera crítica, que se modifican los criterios y se renuevan los postulados, puede que esos discursos consideren que la realidad es fija y definitiva, incapaz de adaptarse a los cambios y debilidades inherentes a la realidad natural y social en la que habitamos. El criterio de "siempre se ha hecho así" es impropio por olvidar la vulnerabilidad y caducidad de lo real. Ya fue proclamado que "el Cielo y la Tierra pasarán", lo que no debe ser olvidado al organizar nuestras programaciones y prioridades. Nada dura. Solo la palabra, el logos, el verbo, la idea... tiene vocación de estabilidad, cuando no es la nuestra, sino la de Dios, el único eterno.

De ahí que debamos estar siempre dispuestos a modificar nuestras seguridades. Cuando en Cáritas afirmamos que nuestra misión se dirige a "los más pobres y no atendidos", estamos diciendo que debemos estar permanentemente discerniendo dónde hemos de poner los acentos ahora y aquí. Hacer siempre lo mismo no corresponde a un mundo cambiante y a una realidad social que evoluciona e involuciona permanentemente. El cambio es natural. Y lo natural es cambiar.

No hay roca sin debilidad. No hay debilidad sin Roca.

*Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

@juanpedrorivero