Movida por ese viejo proverbio que dice "no hables mal del caballo, si lo que quieres es venderlo" la consejera de Turismo de Canarias, Yaiza Castilla, dijo el viernes con tono vehemente ante el Pleno del Parlamento regional: "el destino turístico de Canarias no está en crisis, lo que está en crisis es la conectividad". Es curioso que acierte y se equivoque al mismo tiempo. Es verdad que pasamos por una crisis de plazas aéreas con destino a Canarias. Pero es igualmente cierto que si se dan determinadas condiciones, para mediados del año que viene Canarias, como destino turístico, puede estar navegando en el desastre.

El Parlamento canario, reforzado a setenta sueldos, se reunió esta semana para celebrar un pleno de difuntos. O si son ustedes laicos, para la autopsia de un fiambre. O sea, para debatir sobre la situación creada por el fallecimiento de Thomas Cook y las medidas urgentes que se han tomado para resolver la pérdida de cientos de miles de plazas aéreas para la temporada de invierno en las Islas. Nos podíamos haber ahorrado el dinero de las dietas porque, como viene siendo tristemente habitual, del pleno extraordinario no salió nada útil. Es lo habitual.

El Gobierno de Canarias ha conseguido que Madrid se sacuda el polvo y apruebe trece medidas por importe de trescientos millones. Pero si uno escarba un poco en lo aprobado le invade la decepción. Doscientos millones se destinan a líneas de crédito. O sea, que las ayudas se quedan en cien millones. Los retrasos en el pago de impuestos -dentro del marco legal- difieren los efectos, pero no arreglan la situación de las empresas que han perdido su línea de captación de clientes. Y las tasas aeroportuarias, con las que AENA ingresa casi mil trescientos millones al año, no se tocan. Deberemos conformarnos con una exoneración a la tarifa de pasajero en los asientos adicionales en vuelos internacionales que operen en la temporada de invierno con respecto a los programados el 31 de agosto de 2019 y la reducción de las tarifas de ruta de Enaire para el año que viene. Menos da una piedra, pero no será suficiente. Para los daños de los recientes temporales e incendios del verano, por cierto, España ha dedicado setecientos millones.

En todo caso, deberíamos estar hablando de medidas para lo que nos puede pasar el año que viene. Porque lo que se divisa en el horizonte próximo deja el petardazo de Cook a la altura de una coña marinera: la economía alemana está al borde de una recesión; varios países europeos están empezando a pensar en aplicar con carácter inmediato una tasa al queroseno de aviación, que encarecerá los vuelos a nuestras Islas; el brexit ya es casi una certeza matemática y provocará la caída del PIB del Reino Unido y la pérdida de valor de la libra frente al euro; habrá menos fondos europeos para los programas de ayuda a territorios como nuestras Islas y la competencia de países como Túnez, Egipto o Turquía está ofreciendo paquetes turísticos con precios demoledores y con incentivos a las compañías aéreas, que intentan derivar más tráficos hacia esos destinos.

Para enfrentarnos a esa ciclogénesis explosiva, que se dirige de cabeza hacia el sector que mueve la economía de las Islas, las medidas habría que tomarlas hoy, porque después ya será tarde. A buey muerto, cebada al rabo. Pero la tradición en Canarias es que primero se hunda el barco para luego ponerse a pensar en reflotarlo. Lo de Thomas Cook es un buen ejemplo. Hace más de un año que se hablaba del pufo del touroperador y el anterior consejero de Turismo no dejó nada preparado por si ocurría.

Esta vez necesitamos luces largas para enfrentarnos a un año 2020 que puede ser pavoroso para quienes vivimos del turismo. Y sobre todo para quienes vivimos de dos mercados, el alemán y el británico, que por diferentes razones pueden enfrentarse a una crisis que afecte el bolsillo de sus ciudadanos. Los planes de urgencia sirven para restañar heridas y reparar los daños causados por los desastres. Pero lo que uno pediría de quienes tienen la responsabilidad de gobernar nuestros destinos es que las vean venir. Y si no ven lo que nos viene encima, es que están ciegos. Es discutible que Canarias, con doscientos mil parados y sus actuales indicadores sociales, no esté en crisis. Pero si perdemos cuatro o cinco millones de turistas, esto de hoy nos va a parecer el paraíso.

Pero tranquilos que ya si eso, convocamos otro pleno del Parlamento para hablarlo y nos quedamos todos mucho más tranquilos.