No dudo que tenga buenas intenciones, pero el aviso de Ángel Víctor Torres de que va a convertir el Fondo de Desarrollo de Canarias (Fdcan) en una herramienta social y de lucha contra el cambio climático puede caer como una bomba termonuclear en el ánimo de muchos alcaldes y cabildos de las Islas, incluyendo algunos de los suyos, para los que ese fondo es una herramienta estratégica y una fuente de puestos de trabajo locales.

El Fdcan, puesto en marcha por el anterior Gobierno, provocó un sonado enfrentamiento entre el PSOE y Coalición Canaria. En ese entonces, el Cabildo de Gran Canaria, del que Torres era vicepresidente con Antonio Morales, sacó los cuernitos al sol y puso el proyecto a parir porque se discriminaba en el reparto de fondos favoreciendo claramente a las islas menores, en vez de ajustarse a puros criterios de población. El programa del Fdcan, a diez años, se convirtió en un instrumento que los municipios canarios aplaudieron con las orejas. Y el Cabildo de Gran Canaria se quedó al margen y en solitario en su oposición.

La transformación de ese fondo en una herramienta social está muy en sintonía con las urgencias de un Gobierno que no tiene de dónde echar mano para sus promesas en materia de mejora de servicios públicos. No queda otra que desvestir un santo para vestir otro. Pero Torres tal vez se haya lanzado a una piscina con escasa agua. Los problemas financieros de esta tierra no se van a arreglar redistribuyendo lo poco que hay, sino consiguiendo más. Y para eso, junto a la reforma fiscal propuesta por Román Rodríguez -que aumentará el esfuerzo fiscal propio de las Islas- necesariamente hay que ganar la batalla de una mejora de los fondos del Estado que se derivan a las Islas para atender servicios que son competencia estatal y que se prestan en precarias condiciones por la Comunidad Autónoma. Servicios en los que jamás se han entendido y atendido por Madrid los sobrecostos derivados de la insularidad y la lejanía.

Como el resiliente Torres no tiene nada de tonto, ha colegido que esa batalla para conseguir financiación extraordinaria del Gobierno central pinta más bien chunga. Primero porque no hay Gobierno y vamos camino de unas nuevas elecciones en noviembre. Habrá que esperar hasta el próximo año para saber quién -y con el apoyo de quiénes- pone su trasero en la Moncloa. Y con el brexit que viene y el enfriamiento económico en la eurozona, las cosas pintan muy feas. Echar mano del Fdcan para destinarlo a fines sociales es el recurso de un náufrago que para sobrevivir solo cuenta con sus propios recursos.

Es previsible que el mayor problema al que vamos a enfrentarnos a mediados del año que viene sea el paro. Con el reajuste del turismo y la retracción del consumo, muchas empresas van a palmar. La mejor política social es el empleo y el desarrollo. Y en esa lectura, la medida planteada por Torres es pan para hoy y hambre para mañana. Y nunca mejor dicho.