A pesar de la renuncia de la convicción, en ocasiones, por educación, nos ponemos a disposición de personas que son capaces de aburrir hasta el aburrimiento. El retrato de un aburrido es siempre el mismo...

¿Saben los aburridos que son aburridos?

Creo que al aburrimiento lo precede la falta de estímulos y la apatía. Hay personas que son la palidez que mata las ganas; personas sin aficiones, sin conversación. Sí, personas simples con discursos muy banales. Los chascarrillos y los chistes, en ocasiones no son humor, son la máscara de los que quieren hablar y al final no tienen que decir nada. Junto al nombre de muchas personas está el rechazo; hay situaciones que desaniman en vez de reanimar, y evidentemente junto a las personas aburridas, jamás, se viven las humedades del entusiasmo. Ellos, por lo visto, no ven que lo banal está a la altura del entresuelo... Las personas que exaltan la vida tienen una vitalidad rebosante: todo aquello que excita el bostezo es mejor dejarlo pasar. Ellos, los aburridos, son el testimonio de una vida sin elocuencia, en la que el sol nunca sale triunfante y todo parece invisible. Ya lo creo, ya...

No es necesario ser erudito para resultar entretenido. Ni ser metafísico o poeta, creo, que junto a la chimenea del entusiasmo se calientan mejor los afectos y arde con más ganas la afinidad. Creo, dicho con ironía, que hay pocos divorcios y rupturas, debería haber más. ¿Ustedes han visto el semblante de muchas parejas? Hace pocos días, en un bar, me encontré con una escena útil para pensar. Les cuento... Era una pareja de mediana edad, los dos en silencio mirando el móvil y alucinen, en una hora ¡no se dijeron ni una palabra!

La felicidad es un complicado camino, por lo tanto, debemos advertir que en vida es mejor eludir la compañía de los muertos. Todo aquello que castra la sonrisa y el entusiasmo es advertencia anticipada de humillación. Las personas sin iniciativa se hacen amigas del aburrimiento y no ven que nuestra existencia se compone de dos caminos: vida y muerte. Quiero terminar con unos versos de Rafael Alberti: "Me aburro, ay, me aburro. Más que nunca me aburro. Muero de aburrimiento. No hablo más... Me morí".