Lo fortuito es lo que sucede por casualidad e inesperadamente. Como las averías no suelen estar programadas, sus virtudes inherentes son precisamente esas. Así que si alguien sale ante los medios y dice que un accidente ha sido fortuito lo que viene a declamar es algo tan insustancial como que el patio de su casa, cuando llueve, se moja como los demás.

Pero los responsables de Red Eléctrica Española (REE) que han calificado de fortuita la avería en un una subestación del Sur, además, se equivocan. Porque el fallo que dejó a toda la Isla sin luz no tiene nada de inesperado. Es algo que, a fuerza de ocurrir, se está convirtiendo en habitual.

La distribución de la energía en Tenerife es deficiente, dicen los que saben. Las redes radiales, como la nuestra, tienen como inconveniente principal que ante un fallo de un transformador toda la red se queda sin energía eléctrica. Las redes en anillo o en bucle cerrado tienen la ventaja de que ante una avería de un transformador el usuario seguirá recibiendo alimentación eléctrica desde otro transformador, es decir garantiza mejor la continuidad del servicio.

Los políticos de este país han transformado el mundo de la energía en un jeroglífico, como sus facturas. Los productores de energía no son los transportistas, como ocurría antiguamente. Endesa, en nuestra Isla, se encarga de generar la mayor parte de la producción eléctrica. Y otra empresa estatal, REE, es la responsable del transporte. Y hay zonas oscuras donde no se sabe dónde acaba lo que es una cosa y empieza la otra.

REE es una poderosa empresa donde hoy habita un ex ministro socialista, Jordi Sevilla. Porque los ministros de la democracia acaban ahora en las grandes empresas eléctricas o en los consejos de administración de la banca. Vaya suerte que tienen. Desde que asumieron la responsabilidad del transporte de la energía en las Islas han venido anunciando a bombo y platillo importantes inversiones de cientos de millones de euros que luego, realmente, no se ven por ningún lado. El proyecto de interconexión del sistema entre Tenerife y La Gomera, por ejemplo, se lleva arrastrando más trabajosamente aún que lo que será en su día el propio tendido del cable submarino entre las dos islas.

Es probable -y más que posible- que la empresa padezca las dificultades de avanzar en ese piélago de burocracia que ha convertido cualquier iniciativa en Canarias en un infierno. Pero esa disculpa no vale cuando estás hablando de un servicio público tan esencial como el suministro de energía a la población. Los frecuentes ceros energéticos que ha sufrido Tenerife habrían disparado las alarmas de cualquier gestor ante un sistema que falla más que una escopeta de feria. Las autopistas siguen atascadas. Y las redes eléctricas también. Parece el destino de esta tierra habitar en un atasco permanente.

Pasado el apagón, el tema se olvidará. Habrá investigaciones y tal vez algún expediente sancionador. Pero los temas, como los langostinos descongelados, se pudren. Sobre todo en una isla que todo lo olvida en su dulce somnolencia.