Ignoraba lo prolífico que era el presidente del Senado en materia de libros de filosofía (su profesión), que le llevó a la consecución del Premio Espasa de Ensayo de 2010. El libro premiado sobre San Agustín vuelve a ser otro plagio, nuevo fraude. Los decisivos párrafos plagiados -siempre sabe el que escribe lo que es de otros y un hurto- que publica ABC no desmerecen a los del doctor Sánchez. De momento no sabemos que haya plagiado también la tesis doctoral de Hannah Arendt (estoy ofreciendo pistas) sobre Agustín de Hipona.

En mayo, nuestro profesor, presidente del Senado, publicó en Babelia una recensión del último libro de Francis Fukuyama a quien admira dentro de un orden. Celebraba Cruz que hablara mal de Trump, y aunque obviaba por completo las tesis más importantes del libro, lamentaba que Fukuyama atribuyera al afán o necesidad de reconocimiento un valor decisivo en la marcha del mundo. Como marxista atemporal en estado gaseoso echaba en falta condiciones materiales, contradicciones económicas. Simplemente. Reconocimiento aquél, derivado del mito del amo y el esclavo de Hegel, pero no hacía referencia alguna a la actualidad/aplicabilidad de ese reconocimiento expuesto.

Al filósofo Manuel Sacristán de la universidad de Barcelona siempre se le ha tenido como el gran teórico marxista español, pero nadie ha leído absolutamente nada de él, ni sabe un título, ni conoce una idea suya. Mala suerte la de profesores endogámicos, eruditos manieristas de devoción academicista-artesanal, que no han forjado ninguna línea de pensamiento, ni ejercido la más mínima influencia entre el público ilustrado o minorías críticas. Se movieron entre grandes sistemas totalizadores, holísticos. No atendieron a la viabilidad del ensayo para explorar campos ajenos a sistemas, focalizados en cuestiones actuales como Fernando Savater, Félix de Azúa, Gabriel Albiac.

Lo que no decía Cruz de Fukuyama es que en los últimos años se había pasado, de ser el individuo el que tenía que adaptarse al medio exterior, a lo social, socializarse, a que en la actualidad las personas pretendan que sea el medio exterior el que se subordine y someta a sus características, sentimientos, veleidades. Lo que no es una idea difícil de contrastar y aceptar. Todos quieren se reconocidos tal como son o desean ser, sin ningún empeño en adaptarse a pautas sociales generales. Como Greta, a la que el clima le produce tal angustia y zozobra, que la ONU acude a sosegarla. Antes se recetaban pastillas. Es lo que no le entendió Cruz, ocupado en fusilar cumplidamente obras ajenas.