Faneque Hernández es miembro de Roque Aguayro, una agrupación de electores que gobierna en Agüimes desde las primeras elecciones democráticas, en 1979. Algo más de cuarenta años ininterrumpidos de gobierno. Entre 1978 y 2015, el alcalde de Agüimes fue Antonio Morales, hoy presidente del Cabildo grancanario. El mismo que este pasado sábado salió a criticar muy duramente el acuerdo suscrito por Nueva Canarias con Coalición y a defender públicamente la posición de Faneque, candidato a las europeas por Nueva Canarias, en una lista con grupos nacionalistas como Compromís, en Marea o Més por Mallorca, que había anunciado -el mismo sábado- su abandono de Nueva Canarias, tras el cierre del acuerdo para las elecciones generales del 10 de noviembre, acusando a los negociadores de haber ocultado una oferta para compartir cartel con la gente de Errejón.

Morales, posiblemente el político más emblemático de Nueva Canarias, se ha quedado en minoría frente a la dirección de Nueva Canarias encabezada por Román Rodríguez, partidaria del único acuerdo que parece ofrecer alguna posibilidad a Pedro Quevedo para recolocarse en el Congreso.

Comprendo el enfado de Morales y hasta la decisión de Faneque Hernández de irse: se pasa uno media vida culpando a Coalición de todos los males de la región, y pactas por la izquierda el Gobierno de Canarias, y te felicitas de ello, y cuando los socialistas te dan calabazas para volver a compartir lista -algo obvio- acabas montando un pacto de lo más contradictorio y oportunista. Cuesta tragarlo.

Pero en una situación normal, el acuerdo entre las dos fuerzas políticas nacionalistas con más implantación en Canarias -fuerzas que además un día fueron la misma, conviene recordar que Román fue presidente cuatro años por Coalición- no debería sorprender a nadie. Probablemente hay más coincidencias ideológicas entre Coalición y Nueva Canarias de la que puede haber entre Nueva Canarias y el PSOE o el partido de Errejón. Román Rodríguez se ha inventado un sofisma estupendo sobre la doble condición de su partido -progresista en las Islas, canario fuera- para justificar un acuerdo difícil de colocar ante la militancia y los electores. Un acuerdo que no responde a principios ideológicos -barajaron pactar con cualquiera-, sino a conveniencias e intereses, entre otros el de colocar en Madrid a Quevedo, que tenerlo de quejica por aquí abajo es un incordio. Si se tuviera tiempo para vender una entente nacionalista, habría entrado mejor, incluso Morales se habría enfadado menos. Pero a la velocidad vertiginosa a la que se suceden los acontecimientos políticos es cada vez más difícil decorar los cambios y contradicciones con argumentos creíbles. Es otra de las consecuencias de haber radicalizado la política convirtiéndola en una empresa cercana a odiar al contrario hasta el exterminio. Hace falta tiempo para pasar del exterminio a la colaboración, y esta política de ahora no lo ofrece.

Además, lo que le pasa a Morales -que le cuesta tragarse el argumentario romaní- les pasa también a muchos electores. Y también toca explicar lo de Errejón. Porque dijeron que no había tal. Y resulta que un enviado del pibe se reunió con Carmelo Ramírez el día antes de cerrar con Coalición. Que lo aclaren.