El pasado fin de semana no falté a mi cita anual con el Festival de Cine de San Sebastián y una de las películas que tuve la suerte de ver fue Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar.

A posteriori he leído algunas críticas que parecen fruto de una cierta irascibilidad por el momento político actual que de refilón puede recordar al de la película.

Y acentúo el de refilón porque es más que evidente que tras cuarenta años de democracia (más de ochenta desde el 36) y por más que algunos se empeñen en decir lo contrario, las dos Españas ya no existen como tal. Y si queda algo de ellas son meros rescoldos.

Las críticas que he leído cuestionan la neutralidad de la mirada del director cuando si somos justos este tiene todo el derecho a decidir cuál será su intención y también tiene derecho a elegir el momento histórico y los personajes que le plazcan.

En resumidas cuentas, Amenábar nos narra el final de la vida de Miguel de Unamuno, cuando era rector de la Universidad de Salamanca y fue destituido de su cargo, primero por los republicanos y luego por Franco.

Aunque la Historia debería ser totalmente objetiva, a menudo varía en función de quién la cuente. Los republicanos contaban una historia y los franquistas otra muy distinta. Cada uno narra los hechos en función de lo que le interesa, por eso es tan importante rescatar a esos libre pensadores capaces de observar los problemas en su globalidad.

El problema es que la película fotografía la vida de Unamuno justo antes del alzamiento de Franco. Y aunque verbalmente denuncia los crímenes y contradicciones de la República estos no se ven y en cambio si vemos en escena a los fascistas matando a diestro y siniestro.

Amenábar ha querido conciliar a las dos Españas, aunque el pobre no sabe dónde se ha metido. Me parece que ha sido muy valiente.

Es un acierto acercar a Miguel de Unamuno a los jóvenes y hacerle justicia gracias a la magnífica interpretación del actor vasco Karra Elejalde, un actor admirado por todos.

Unamuno fue capaz de reconocer el horror de ambos extremos ideológicos en un momento muy difícil de nuestro pasado.

Durante su famoso discurso en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, poco antes de morir, Unamuno suelta verdades como puños aún a riesgo de perder su propia vida: "Todos sufrís de la misma enfermedad mental", suelta frente a una audiencia fascista. "Nada justifica la violencia entre españoles. Todos somos españoles -subraya Unamuno-, también vascos y catalanes".

Tuvo el valor de denunciar tanto los crímenes de la República como los crímenes del ejército de Franco. Y si en algún momento apoyó a Franco fue antes de conocer cuáles eran sus intenciones, antes de que sus amigos fueran asesinados.

La parte más entrañable es, sin duda alguna, la relación del filósofo con sus hijas, con su nieto, y con sus amigos. Cualquiera puede identificarse con su lado más humano. Y con su tendón de Aquiles, la añoranza que siente por su difunta esposa.

Con su emblemática frase "Venceréis pero no convenceréis" acaba su discurso que evidencia el sinsentido del propósito del general Millán-Astray que junto a Franco pretendía limpiar España de comunistas, ateos, masones, e intelectuales que no apoyaran su régimen.

Una película muy recomendable con un fantástico elenco de actores e interpretaciones de gran nivel.

El general Millán-Astray está colosalmente interpretado por el actor Eduard Fernández que una vez más nos dejó a todos con la boca abierta.

Vamos a ver quién de ellos consigue el Goya.