A quince meses del anuncio de Pedro Sánchez, los restos de Franco serán exhumados del Valle de los Caídos y enterrados en el cementerio de Mingorrubio donde, desde 1988, reposa su viuda, Carmen Polo. Seis magistrados de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo, presidida por Jorge Rodríguez Zapata, avalaron el decreto del Gobierno, desestimaron el recurso de la familia -por la prioridad del interés general frente al particular- y estimaron conforme a derecho su inhumación en El Pardo, donde residió hasta 1975.

Las elucubraciones cayeron el 24 de septiembre ante el fallo unánime y, ahora, sus nietos se agarran a una tramposa decisión de un juez -sobre el riesgo para los obreros en la apertura del sepulcro- que caerá sola. Luego está el recurso de amparo ante el Constitucional que, lógicamente, no suspenderá una sentencia razonada. Y la última esperanza de la saga está en el Tribunal de los Derechos Humanos pero, desde ahora, su demanda resulta una cruel paradoja sin futuro, porque la institución de Estrasburgo tiene amplia jurisprudencia sobre los excesos dictatoriales en España.

La Transición dejó asignaturas pendientes en aras del consenso para asentar la convivencia. La reparación de los daños reales y morales de la dictadura no se acometió hasta que Rodríguez Zapatero impulsó la Ley de Memoria Histórica, sometida a trabas torticeras, que aún impiden que las últimas generaciones sepan qué ocurrió en y tras la guerra de sus padres y abuelos, porque sólo el conocimiento de la verdad evita los errores del pasado y conjura su repetición.

Si todo discurre como planteó el Gobierno y ratificó el Supremo, Franco reposará en un amplio mausoleo -una capilla con altar y cripta con dignos elementos artísticos y de culto- y rodeado de las tumbas de muchos colaboradores, prohombres del régimen que eligieron el Cementerio de Mingorrubio porque sabían que, "en su día, estarían cerca del Caudillo". El proceso resuelto empezó con un acuerdo parlamentario de la última legislatura de Rajoy -con abrumadora mayoría a favor y la abstención del Partido Popular- que, tras su aprobación, acarreó reacciones chuscas.

Para tranquilidad de nostálgicos y negacionistas, al contrario que otros dirigentes totalitarios de todo signo, condenados por la historia en distintos países, Franco contará -ya contaba desde su construcción- con su mausoleo exclusivo y, es justo recordarlo, propiedad de Patrimonio Nacional que ha cuidado del inmueble desde 1969.