Hace unos días fui al duelo de un familiar en un conocido cementerio de Tenerife. Comprenderán que no son momentos agradables. Llegas al sitio, ves una entrada magnífica, casi de alfombra roja, y solo esperas cierto decoro en la situación. Cuál fue mi sorpresa, cuando al llegar al velatorio, los sillones donde los familiares miraban al fallecido estaban tan raídos y rotos que raspaban el culete. Y si ponías los brazos se te podía pudrir la camisa.

Salí fuera de la sala mortuoria y vi que todo el mobiliario estaba igual de raído, casi parecía comido por los ratones. Me dio vergüenza. La gente llorando y raspándose el culo en unos asientos más propios de estar en la basura que en un lugar donde se supone que hay que tener las cosas arregladas. De pena.

La mayoría de las personas paga un seguro para que al morir no se quede nada sin atar. Nunca mejor dicho, no le dejes el muerto a los que vienen detrás. Si pagas, lo menos que se pide es cierto decoro a la hora de despedir a un ser querido. Les parecerá una tontería, pero cuando te ves ahí, no lo es. En el momento de la muerte es cuando se valoran los detalles pequeños. No sé, ni me interesa, cuál es la empresa que gestiona ese servicio, pero por favor y por dignidad vayan y compren mobiliario nuevo. Por caridad, hagan que en la despedida de un ser querido, al menos, no se raspen el culo.