La ministra de la cosa calamitosa del Turismo, Reyes Maroto, no tiene prisa. Es como el elenco de la orquesta del Titanic, que interpretaba Más cerca, oh Dios, de ti mientras el barco se hundía para llevar a los ocho miembros de la banda, tal como pedían, mucho más cerca de su creador. Pero ella canta Despacito, como Fonsi.

Para la España continental el turismo empieza en mayo del año que viene. Piensan que hay tiempo de sobra para tratar las cosas con sosiego. Pero a nosotros nos parten por el eje, porque ya llegamos tarde. La temporada de invierno en las Islas es de alta ocupación y existen grandes posibilidades de que palmemos lo que no está escrito. El estampido de Thomas Cook supone que perdamos un cuarto de millón de plazas aéreas, además del salpicón de deudas pendientes y de reservas perdidas.

Por eso se fue a Madrid con la lengua fuera la consejera canaria Yaiza Castilla, a pedir agua por señas. Para que se bajen rapidito las tasas áreas, para conseguir nuevas plazas en otras compañías y para solicitar alguna ayuda financiera a las empresas afectadas por el pufo. Pero le dijeron que espere. Que las cosas de palacio van despacio.

Podrían haberle dicho que el Gobierno español, como en los secuestros, no negocia. Y que con su pan se lo coman los hoteleros. Pero quedaría feo. Primero porque sí han negociado con secuestradores de barcos y después porque cuando petaron sus cajas nos metieron la mano en el bolsillo para tapar el oloroso agujero donde tanto ladrillo y tanto golfo estaba enterrado. Eso por no hablar de las paletadas de millones en León y en Asturias, donde el abuelo de Víctor Manuel era picador.

En fin, que Maroto no está urgida por la urgencia ni concernida por lo concerniente. Nadie propone una comisión para extinguir un incendio. Ardería el país entero. Las comisiones se hacen cuando uno quiere que los asuntos se eternicen y capoten hacia la nadería. Y la solución del Ministerio es una comisión para la semana que viene. Apaga y vámonos.

Hay temas importantes que discutir reposadamente. Que las compañías aéreas regulares están ordeñando un mercado intervenido y abusando de los viajeros canarios. Que sobre el cadáver aún fresco de Thomas Cook, algunos buitres triplicaron sus tarifas aéreas en cuestión de horas: estos son lentejas, o las pagas o las dejas. Que el ya casi inminente impuesto al queroseno de aviación que se va a aplicar en toda Europa nos puede partir por el eje a los que vivimos donde el diablo perdió los cuernos. Todo eso es muy importante. Pero lo urgente es lo que nos va a pasar dentro de un par de meses.

Si España tuviera un Gobierno, en vez de esta cosa transitoria, que no se sabe si se va o se viene, igual se pondría las pilas. Pero en Madrid no han entendido que el problema, en las Islas, lo tendremos pasado mañana. Y deberían. Porque ahora, aquí, con su pasotismo indolente, guisarán a los suyos.